Un Nuevo Mundo Lascivo.

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(Link del Autor original: https://archiveofourown.org/users/EvilFuzzy9/pseuds/EvilFuzzy9)

Un nuevo mundo lascivo

EvilFuzzy9

Capítulo 57: Un Nuevo Mundo Lascivo.

Texto del capítulo

Hacia calor. Un fuego sofocante, abrasador.

El suelo estalló. Gotas de llamas surgieron alrededor de Mei y Koumoku.

Pilares de roca semifundida volaron por los aires.

Formas de cosas vivas y no vivas se formaron a partir de lava incandescente, proyectiles y zarcillos que formaban arcos en el aire.

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La electricidad chispeaba entre ellos con cada toque. Los escalofríos corrieron por sus espinas.

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Ay y Kushina se enfrentaron.

Sus cuerpos eran un borrón de movimiento, el Yondaime Raikage entraba y salía, atacando a la pelirroja desde todos los ángulos, tratando de atravesar los huesos largos y afilados que sobresalían de cada parte de la mujer.

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El suelo tembló con la fuerza de su encuentro, carne golpeando carne con un volumen ensordecedor en el silencio total.

El aire se movió, arremolinándose y deformándose.

La sustancia emergió ex nihilo , y una mano enguantada golpeó firmemente la muñeca de Mina Namikaze, impidiendo que el golpe de su espada alcanzara al Cuarto Tsuchikage.

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Sus ojos se clavaron resueltamente en los del otro, cada uno encontrando con orgullo y desafío la mirada del otro.

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Jikoku se alejó de un salto cuando el suelo estalló en llamas negras a sus pies.

Los shuriken de origami silbaron en el aire, los kunai se incrustaron en la tierra carbonizada.

Un polvo brillante y cegador llenó el aire.

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Sus labios estaban secos cuando se presionaron contra los de él, una lengua sedienta explorando con avidez su boca herméticamente sellada.

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Tablones de madera curvados alrededor de un trío de Suna nin, una cesta entrecruzada tejida de madera dura.

Bestias y monstruos de todos los tamaños y formas imaginables surcaron el aire y se precipitaron por el suelo, salpicando tinta cuando eran golpeados.

Una katana reluciente brilló en el cielo y diez mil metros cúbicos de arena brotaron de las fisuras en la tierra.

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Su pecho se agitaba, subiendo y bajando con cada respiración profunda, hambrienta y jadeante.

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Un bodhisattva verde y un tengu oscuro llameante chocaron en el corazón del bosque.

Los árboles cayeron en astillas y polvo a sus pies.

Puños como las manos de dios se estrellaron contra decenas de dragones de madera, zarcillos de sombra se enroscaron y saltaron hacia una mujer de cabello sakura que se lanzaba ágilmente.

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