Día 4: Genderbend

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Zenko no era bonita.

Ni de cerca ni de lejos.

Más bien ordinaria, uhmmm... fea, en cuestión de estándares de belleza.

Era bajita, rellenita y pálida, con la cara llena de pecas y dos enormes cejas que siempre trataba de ocultar bajo su flequillo.

Pero la belleza es subjetiva, ¿no? Depende de la persona que lo mire, ver basura o una obra de arte.

Así que siempre que a Zenko le decían que no era para nada linda, en comparación a sus mejores amigas, Sumiko e Inoko, la rubia solo les decía que no tenían los ojos correctos para ver su belleza.

Su abuelo la veía como la chica más bonita del mundo, y el amigo marihuano de su hermano la encontraba, al menos, atractiva. Además de que Sumiko le repetía constantemente lo linda que era.

Algo deprimente que solo ellos tres la encontrarán no-fea. Y solo contaba la opinión de ellos tres, por que en el juicio de Inoko no se podía confiar.

Uh.

En fin.

Zenko trataba de no pensar mucho en eso, porque, si, tenía sus defectos (todo el mundo los tenía) pero también sus virtudes, como su buen y agudo oído musical, que le facilitaba el aprender a tocar instrumentos, haciéndola parecer una genia inata de estos.

Umm... ¿que más?

Bueno, mejor tampoco pensemos en virtudes, que Zenko se pone triste de la misma forma que si hablamos de defectos.

Suspirando y tratando de alejar los pensamientos, de dudosa procedencia, de su mente, Zenko revolvió la parte trasera de su cabello, antes de amarrarlo en una suave coleta baja.

Con el estuche del violín en su espalda, la rubia se aferró a los lazos color negro que cruzaban por su pecho y aceleró el paso.

Era de noche, hacía frío y la calle por la que transitaba estaba vacía, con solo el sonido de sus zapatos contra la acera, un par de susurros por allí y ladridos de perro por allá rellenando el silencio. Pero ¿que culpa tenía ella que los Shabana vivieran en un lugar tan peligroso?

Si, pudo (debió) negarse a la petición (suplica) de Daki para que le ayude a afinar los detalles (no tocar tan del asco) y así pudiera ser elegida (como ella) para tocar en el evento del fin de curso.

Pero no se negó.

Por que ella era Ume "Daki" Shabana. Y a ella nunca se le niega nada. Y también ella nunca suplica o pide favores por nada (no es como si esto fuera el determinante de porque decidió ayudarla, no, no).

Y ahora regresaba sola a su casa.

Daki había sugerido acompañarla hasta la estación y quedarse con ella hasta que tomará un taxi, o pasara el camión.

Pero ¿y el regreso para Daki? No, no quería que se quedará en la conciencia de Zenko si algo le sucedía, así que se negó amablemente y salió disparada del hogar Shabana antes de que Daki o su hermano marihuano, Gyutaro, pudieran replicar.

Ahora lo lamentaba.

Paso con paso, Zenko sentía que algo la seguía.

Bueno, no algo exactamente.

Alguien.

Escuchaba la respiración en su nuca, pero cuando volteaba no era nada. Podía ver algo por su excelente visión periférica, una mancha, un borrón, pero al momento de girar su cabeza no había nada.

Y eso la asustaba.

Había alguien ahí, sino Agatsuma dejaría de ser su apellido, pero no podía verlo.

Con las lágrimas formándose bajo sus ojos, y el pánico sacudiendo sus manos, Zenko contó hasta tres mentalmente antes de comenzar a correr. Sin embargo, fue jalada desde atrás, por el estuche de violín, antes de dar su quinto paso.

Jesús, Jehova, Buda, Dioses antiguos, sea quien sea que este allí, no me deje morir, por favor.

Una mano fue a su boca para evitar que gritará y, entre forcejeos, el alguien jaló a Zenko fuera de la vista de la avenida.

"Vaya, vaya, ¿que tenemos aquí?"

Zenko iba a vomitar.

Por favor, Dios, ¿porque yo? Ni siquiera soy tan bonita.

Tal vez si cerraba los ojos todo pasaría más rápido. Si, esa era la respuesta.

La nauseabunda respiración se escuchaba tan cerca, y de pronto... tan lejos.

El agarre en su cuerpo se acabo, dejándola caer en las sucias calles. Un par de golpes. Y voces. Muchas voces.

"¿Dónde está el dinero?"

No vinieron a ayudar a la pobre chica que casi era violada, era obvio.

A pesar de que hablaban por susurros, Zenko los escuchaba a la perfección. Eran varias personas, ¿cuatro o cinco tal vez? Entre ellas una mujer, los demás parecían hombres, pero no estaba segura. Simplemente no quiere seguir oyendo. Se podría meter en problemas.

Cubrió sus oídos con los puños, encogiéndose en su lugar.

Minutos se parecieron eternos. Tal vez en realidad pasaron siglos. Tal vez su percepción del tiempo estaba alterada.

Oh, ¿y si su percepción de la realidad fuera la alterada?

Quién sabe.

Es que ocurrían tantas cosas a las que solo ella reaccionaba.

Sospechaba un poco de eso, pero cuando la tachaban de loca al mencionarlo.

Excepto Sumiko. Sumiko no entendía pero la apoyaba.

E Inoko.

Pero Inoko estaba medio trastornada, así que no contaba mucho.

Ah.

Nos fuimos por la tangente.

¿En que estabamos?

Una mano tocó su hombro, exaltando a la rubia.

"¿Estás bien, dulzura?"

Que voz más masculina, amable y cariñosa.

Hace mucho que no la llamaban dulzura. De hecho, nadie le había dicho así.

"Hinatsuru, retrocede, la puedes asustar aún más" la voz femenina habló.

Así debería de sonar su voz.

Elegante, grave. Con un tono exótico. Sexy.

La voz de Zenko no debería sonar como si aplastaras un patito de hule, pero así era. Ni modos.

Una mano se poso sobre su cabeza, y la empujo con suavidad a un lugar esponjoso.

Al abrir sus ojos un prominente escote se impuso ante sus ojos. El color subió por toda la piel pecosa de Zenko. Al alzar la vista los más bellos ojos con las más largas pestañas la miraron devuelta.

"¿Como te encuentras?"

Uzuzen Week 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora