Es Por Ti

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Aquella doncella que emanaba dulce y radiante luz tenue se aferraba al fornido brazo del lobezno a su par, hundiéndose en su denso pero suave pelaje de colores opacos, percibiendo el aroma de este, sin verlo desagradable aún en el descuido del tiempo, agradecida de que, este chico, este ser, no se sintiera atemorizado por su presencia, asimilandola de buena manera, al menos la suficiente como para dejar que lo tocase.  

El mayor de tez ligeramente azulada observaba atentamente los alrededores de aquel lugar, a fin de cuentas había pasado mucho desde que había estado en este lugar, de la misma forma en la que había pasado mucho desde que utilizaba esta forma que le desagradaba, aún cuando a otros les gustaba.
Balanceaba lentamente sus pies en el vacío por debajo del muelle de madera gastada, por encima de las calmas aguas que se extendían más allá de donde podía alcanzar, rodeados de altos árboles que parecían emerger desde el fondo del lago con extensas y frondosas ramas plagadas de hojas, mismas que de reflejaban en el cuerpo del agua junto al manto del atardecer, como si de un espejo inverso se tratase.   

La más joven de cabellos violetas suspiró suavemente, acurrucandose de mejor forma en aquel al que, si se descuidaba, mantendría confinado en su gran mansión como si de un perrito se tratase, aún si fuera cruel, sería una dulce fantasía para ella, aunque claro, en las presentes, no dejaría de ser solo eso: una fantasía.
Aunque claro, siempre tendría a su infinita disposición las fotos que logró guardar de aquel que fue su primer encuentro, aún si ninguna de estas lograba capturar un quinto de la esencia de este bello momento.

El de orbes esmeraldas no se sentía incómodo con la situación, a fin de cuentas ya había sido obligado y disuadido para hacer cosas peores por otras chicas, he ahí que ni siquiera se negase a pasar el resto del tiempo con aquella fémina fantasma que tras recibirlo nuevamente en su mansión le había pedido de una forma muy sutil el pasar tiempo juntos... bueno, sí o sí podía ser peor, y en efecto no tenía nada para quejarse.
La miró por encima del hombro, esbozando sin querer una pequeña sonrisa ladina al verla tan encariñada con su brazo, en teoría era linda, eso cuando no obligaba a sus secuaces a asustarlo o molestarlo para obtener fotos, claro está.

Movió levemente sus orejas tras escuchar el canto de una pareja de aves que alzaba el vuelo por encima de las copas de los árboles, huyendo de la noche que se les venía encima a toda velocidad. Abrió sus ojos, había pasado algún tiempo desde que reparó en las siluetas que se pasaban por el cielo, encima de él, encima del mundo en el que solía hacer mil y un travesuras, sintiéndose de cierta forma extraño.

Rascó con insistencia su mejilla con la mano que tenía libre, meditando, ¿por qué, de todos los lugares a los que había visitado en esta gran y casi exhaustiva odisea, este era el que más le gustaba? no lo entendía, a fin de cuentas los pantanos no habían sido de su agrado en lo absoluto, mucho menos le atraían los sitios tan... ¿solitarios? sí, eso era. Una cosa era un sitio calmado y de amplios espacios, y otra muy diferente era un sitio solitario, sin llegar a sentirse abandonado del todo.
Miró a su lado, notando como la jovencita de orbes celestes ahora jugaba con su pelaje, pasando entrelazando sus dedos en este, riendo de forma tímida ante la textura, poniéndolo nervioso de una forma extraña.

Quizás la razón por la que este lugar le gustaba tanto era debido a ella, aún después de lo que sus secuaces hicieron por seguir sus órdenes ella de cierta forma no tenía del todo la culpa... o eso elegía creer.
Ella ocupaba un puesto inocente en su corazón, y francamente era de aquellas que no planeaba remover de ahí, al menos por un tiempo, quizás hasta que la muerte lo decidiera.

El manto de la noche se posó finalmente sobre la joven dupla que disfrutaba de aquel momento de quietud y silencio. Junto a la luna que se alzaba por encima de los árboles vinieron también las gélidas ventiscas que se encargaban de remover las ramas más altas, arrancando algunas hojas y arrastrando otras, sumiendo todo en una tenue oscuridad, misma que no lograba opacar el brillo de la más joven de vestido rosa intenso.

El mayor observó fijamente la luna, perdiéndose en su encanto, siendo hipnotizado de una forma similar a las veces pasadas, revelándose, dejando ceder sus impulsos salvajes para dejar salir un aullido alto y claro, mismo que sorprendió a la más joven, haciéndole abrir los ojos de par en par con asombro mientras sus mejillas se tenían de rojo.
Sí, escucharlo hacer aquel sonido tan reconocido y ligeramente agudo le llenaba el alma de emoción, tan salvaje, tan natural, tan lindo, tan viril.

No pudo resistir más, soltó el brazo del más alto, sacó su cámara rápidamente del celestial lugar donde la escondida, tomó un poco de distancia, fijando el ángulo para que saliera el perfil de su amado en conjunto de la luna, detonando el flash, capturando el momento en el tiempo, con la foto saliendo por debajo de la cámara, como evidencia suficiente de esta su velada más hermosa. Abanicó el pedazo de papel, sin perder de vista al lobezno que seguía aullando en devoción a la luna, cegado por su deseo inminente de declararle su afecto y agradecimiento de una forma rudimentariamente hermosa.

A los minutos el efecto pasó, devolviéndole la conciencia al de tez azulada, con el detalle de que ahora su cola de mecía de lado a lado, por la dicha de haberse desahogado de una forma tan inusual, teniendo a la joven fantasma aplaudiendo de forma frenética mientras sonreía de oreja a oreja, con un fuerte rubor en sus mejillas, encantada con el show tan hermoso a sus ojos.

Una nueva ráfaga pasó por entre la pareja, provocando que el pelaje del lobezno se erizase ante las frías temperaturas que se colaban entre su pelaje, atravesandolo sin permiso, poniéndolo nervioso, caramba, se había olvidado que justo estaban en otoño, sin duda no era un buen momento, aunque claro que agradecía que su forma bestial lo protegiera de cierta forma contra las bajas temperatura, pero aún así...

La de tez blanca tras guardar su nueva foto vió confundida al lobezno, preocupada tras verlo tiritar contra el frío y con las orejas agachadas, sin saber bien si sonreír por lo tierno que se veía o bien, si llevarlo a su hogar para protegerlo de aquello que ella ya no era capaz de percibir.

Se alzó suavemente, logrando llegar por encima de su cabeza, sobandola como si intentase decirle que todo estaría bien, conteniendo las ganas de sacar su cámara y tomarle fotos, no, no, no era momento, quizás para la otra ocasión... o para cuando estuviera profundamente dormido, quien sabe.

Lo tomó de la mano, invitándolo a levantarse para lentamente encaminarlo por la senda que daba hacia su hogar, siendo dócilmente obedecida por el mayor quien se levantó de su lugar y la siguió, sonriéndole tímidamente mientras ella reía con picardía.

La pareja se fue alejando del muelle, abandonando aquel paraje tan idóneo y tranquilo, devolviéndole su invidualidad mientras la luna se alzaba para quedar resplandeciendo en el centro de la gran laguna, recuperando su aura imperturbable mientras aquella bestia y aquella tierna dama se miraban mutuamente, sonriendose ante la grata sorpresa que resultó ser la compañía que obtenían el uno del otro.

Quizás, solo quizás... aquel joven lobezno volvería el próximo año, por la casa, por la laguna, por ella...

...solo por ella.

Is For You ft. Sonic×Lah Donde viven las historias. Descúbrelo ahora