4-Mensajes (y estoy a dos metros de ti)

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La resaca no fue tan mala como su inhabilidad para ponerse de pie y sus nulas ganas de despertar con vida esa mañana. No, la resaca pasó a segundo plano por un momento gracias a eso—aunque probablemente esta era la causante de ambos problemas.

Buscó en su mesa de noche su teléfono y comenzó a revisarlo aún levemente somnoliento. Deslizando sus dedos por las notificaciones al fin encontró el mensaje que decía que Luzu lo había seguido. Sus ojos se abrieron de par en par, ¿le había dado su nombre de usuario la noche anterior? No lo recordaba.

Se sentó en la cama como si esta lo hubiera empujado hacia arriba y comenzó a revisar el perfil del contrario. Era simple, no tenía muchas historias ni publicaciones. Las pocas que encontró eran selfies, fotos al cielo, o fotos con sus amigos. Quackity no pudo evitar sonreír al ver un par de estas. Luzu se veía genuinamente feliz.

Entró al apartado de mensajes en un momento de súbita confianza, pero por suerte se detuvo. ¿Qué iba a decirle? "Ay Lusu, me gustó tu foto y también me gustas tú. Bésame." No.

Aunque a veces no sonaba como una terrible idea.

De repente escuchó unos golpes en la puerta principal y soltó un quejido audible. No sabía quién estaba ahí afuera, pero se aseguraría de romperle la cara por estar molestando.

Se colocó unas pantuflas de patos a regañadientes y caminó con zancadas hacia la puerta principal. Abrió la puerta y justo antes de que pudiera insultar a la persona, su voz se perdió. Ahí estaba, el chico nuevo de anoche con quién había compartido algunas palabras, en su puerta.

—Buenos días. Espero no haberte despertado.

Ay diosito.

—No, no. Ya estaba súper despierto, no hay pedo —rió nerviosamente.

Rubius le sonrió con el mismo nerviosismo y simplemente se quedó ahí, parado sin moverse. Quackity estaba a punto de burlarse de su actitud extraña hasta que se dio cuenta de que él era quién se suponía debía invitar al chico a pasar.

—¿Quieres...entrar? Puedo prepararnos el desayuno.

—Eso me gustaría, si no te molesta.

—No es ninguna molestia. Pase usted.

Fue una verdadera falta de respeto no ser recibido con un "después de usted", pero Quackity se conformó con la manera nada intrusiva en la que Rubius se adentró en su hogar. Parecía reacio a tocar las cosas demasiado cuando estaban fuera de su espacio personal.

—Puedes sentarte en el comedor si quieres —le ofreció señalando el lugar—. ¿Quieres café?

—No me vendría mal.

Quackity sonrió sin notarlo y fue hasta la cocina para comenzar a preparar el café. No pudo evitar pensar en el día anterior y como Auron había mantenido el lugar tan silencioso mientras preparaba el café. Por desgracia, él no era así.

—¿De dónde vienes? —preguntó cuando el silencio se le hizo lo suficientemente insoportable.

—Oh, solo unos pueblos lejos de aquí. Quería un aire más concurrido.

Quackity sonrió vertiendo el agua caliente en la taza. Rubius había tomado una decisión excepcional entonces, pues no había encontrado un lugar más urbano como ese. Y vaya que había estado en varios lugares llenos de personas.

—¿Llevas mucho viviendo aquí? —esta vez fue el turno de Rubius de preguntar.

—No, en realidad no —respondió sinceramente poniendo algo de azúcar en su café—. Casi acabo de mudarme también.

Apartamento 512 {Luckity}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora