II.

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*Narra Liva*

Llegué a la primera clase y el profesor aún no había llegado. Parecía que la gente estaba empezando a hacer migas entre sí. Un pequeño temblor se apoderó de mí y noté cómo se mojaban mis manos en sudor. Mi mirada recorrió toda la sala buscando un sitio en el que pudiera acoplarme.
Odiaba todo esto. Tener que relacionarme con gente , tener que hacer amigos, aguantar a gente estúpida... Todo se resumía en mi desconfianza y desagrado por la humanidad, salvándose sólo unas pocas personas.

Encontré con la mirada un sitio al fondo, al lado de la ventana, junto a una chica de pelo rizado y tez morena, algo en ella me hizo tener una sensación agradable y decidí compartir pupitre con ella.
Me senté y saludé amablemente, tendría que poner yo de mi parte en todo esto también aunque no fuera de mi agrado. No todos tenían por qué ser malos.

-Hola, mi nombre es Liva, encantada.
-Jessica -esbozó una sonrisa y me ofreció su mano como saludo. -Qué nombre más curioso, nunca lo había escuchado.
-Sí, creo que no es muy común, a mis padres les gusta lo extraño.
-Aún así es bonito -nos sonreímos con complicidad. Nunca le había tenido mucho aprecio a mi nombre pero quizá empezaba a cambiar mi forma de pensar.

Después de unos segundos un señor con apariencia desgastada se presentó en clase y todos ocuparon sus asientos. Se presentó ante todos los alumnos como nuestro profesor de psicología, Marcel.
Justo cuando empezaba a pasar lista alguien tocó a la puerta y asomó la cabeza pidiendo disculpas por llegar tarde. Marcel le hizo pasar y el chico ocupó el primer sitio que a primera vista pudo encontrar.

El profesor pronunció el nombre de Charles Blewitt y el chico que hacía poco había entrado levantó levemente su mano. Estaba apoyado en la silla desinteresadamente. «te entiendo Charles, a mí tampoco me gusta estar aquí»; tenía una espalda ancha, se le marcaban los músculos a través de la camiseta, parecía tener unos brazos fuertes, y sus manos a simple vista parecían tener un tamaño perfecto, se podían ver las venas marcadas levemente en su piel.

De repente me encontré fantaseando con la idea de que sus manos rozaran mi piel, y sacudí la cabeza para salir de aquella fantasía. Iba a ser un curso difícil si compartía clases con ese chico. Noté cómo su cabeza se iba girando poco a poco y pude apartar mis ojos de él antes de que me encontrase mirándole furtivamente, y menos mal que fue así porque sino hubiera muerto de la vergüenza. Aunque miraba al frente de la clase podía verle por el rabillo del ojo y vi como iba pasando la mirada por todas las personas que ocupaban el lugar, un escaneo rápido de los compañeros que tendría. Cuando me tocó a mí pude notar como sus ojos se clavaban unos segundos más que con el resto y aunque fuera algo estúpido hizo que me pusiera un poco roja pero su mirada ya había pasado a otra persona y tuve suerte de que no pudiese verlo.

SukhaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora