Siempre me habían gustado las cosas bonitas, sonará superficial, pero ¿Quién no lo es? Tal vez no siempre pero en algún momento lo somos aunque sea por un diminuto he insignificante segundo. Debido a mi apego hacia la belleza que le pude encontrar a la vida, me obsesioné con la fotografía, no era de extrañar que a mis ocho años la primera cosa seria que le pedí a mamá, fue una cámara real, no una de juguete, real, y por supuesto, ella cumplió ese deseo; la llevaba a todas partes y tenía fotos de todo lo bello que encontraba, un cachorro, un anuncio, incluso alguno de los atardeceres que me tocó experimentar fuera de casa, era realmente fantástico.
Siempre me había fijado en aquello que no podía dirigirme la palabra, pues a pesar de verme tan entusiasmada con el mundo, le tenía cierto grado de miedo de lo que lo habitaba. Humanos.
Y todo empeoró en la dolorosa y terrible escuela.
Molestada por mis compañeros por ser una friki que solo andaba con una cámara colgada en su cuello, temí más de las personas mientras que el mundo seguía mostrándome toda la belleza que poseía.
—Cariño, ¿porqué no quieres ir a la escuela?
—Me llaman rarita pa. - aun recuerdo ese día. Mi padre había entrado a mi habitación en busca de una respuesta que mi mamá se había esforzado por sacar. Por supuesto, ella quería otro punto de vista. —Las personas dan miedo. - expresé con tristeza mientras había enrollado mis brazos en mis piernas haciéndome bolita al recordar como esos niños se reían de mis gustos.
Qué de raro era amar fotografiar algo lindo.
—Yo soy una persona. - se señaló con la palma de su mano.
—Si pero tu eres de otro planeta. - supongo que por comentarios como ese me decían rarita.
Pero que otra explicación podía darle a un niño que me exigió que le tomara una foto y aquel no podía definirlo como bonito, cabello revuelto y mal comportamiento, no tenía ningún tipo de belleza para que pudiera ganarse un espacio en mi cámara.
—Jaja supongo que tienes razón.
—¿Verdad que sí? - dije sonriente mostrando que me faltaba uno de mis dientes.
—Aún así, tienes que ir.
—Pero-
—Admitiste que tenías miedo. - acarició mi cabeza. —Aquel que admite que tiene miedo es valiente y aquel que finge ser valiente tiene miedo. - expresó.
Tanto él como yo no entendíamos bien esa frase y moríamos de risa por ello ya que lo que él más quería era animarme y hacerme reflexionar; a partir de entonces, mis días en la escuela surgieron de la manera más normal posible pues acusé a todos con el director que no dudó en castigar a los malos con tarea extra, ahora me odiaban pero prefería eso a que siguieran burlándose de mí.
Lastimosamente, papá falleció cuando cumplí diez años y la vida de mi madre cambió por un año, las deudas eran de esperarse y la pensión de papá siempre paraba para los pagos de servicio básico mientras que el sueldo de mi mami era para lo demás, pronto aquel año pasó y las cosas se fueron relajando.
—¿Empacaste todo?
Cuando cumplí mis diecinueve años, nos enteramos por correo que había entrado a la universidad en la que tanto estaba interesada y ahora me preparaba para mudarme al país y nueva ciudad donde estaría, había insistido imnumerables veces a mamá que me acompañara pero solo dijo:
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Clip [Oneshot- Lumity]
FanfictionDeja que la lente sea la única testigo de nuestros sentimientos. » Personajes pertenecientes a Dana Terrace.