(Canción: Beautiful de Bazzi)<< 2 >>
A pesar del dolor punzante en la cabeza, me obligo a levantarme. La habitación me da vueltas y ahora mismo parece que un camión me ha arrollado por encima un par de veces. Siento como el cuerpo me pesa de más y cada movimiento es un esfuerzo.
Por eso mismo, lo único que me apetece es tener que salir de la habitación porque esta vez no solo estoy yo solo aquí. Bufo, molesto, cuando por el rabillo del ojo veo como se remolonea, girándose sobre sí misma, dándome la cara.
A diferencia de anoche, que no pude observar todo lo bien que me hubiese gustado sus pecas, ahora sí puedo. Es mucho más pecosa de lo que creía, y no sé por qué, pero me llama aún más la atención.
Entonces, sin previo aviso, vuelve a removerse entre las sábanas y se gira, dándome la espalda de nuevo.
«Pobrecita la persona que decida compartir cama con ella», pienso para mí mismo cuando recojo la última prenda de ropa del suelo: mi chaqueta.
Sin importarme si se despierta por el crujir del parqué o no, camino hacia la puerta para salir de allí. No sé cómo pude dormir con una completa desconocida a escasos dos metros de mí tan tranquilamente. Mucho menos cuando su primera reacción al verme fue apuntarme con la lámpara que le regaló la Nana a mamá hace cinco años y que, al parecer, es una reliquia familiar sumamente cara.
Salgo de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí. Me debato en si dormir en la otra habitación o salir directamente al salón. Antes de abrir la puerta del pasillo agudizo el oído intentando captar algún sonido al otro lado, pero al no hacerlo decido que es seguro salir.
Sin embargo, no tengo en cuenta la hiperactividad mañanera de Boots y como, solo al avanzar un paso hacia el salón, escucho el trote enérgico de mi perro en la planta alta antes de que baje las escaleras a la carrera y aparezca delante de mí con la lengua fuera y moviendo el rabo de un lado a otro.
—¿Me has echado de menos? —le pregunto, acariciándole la cabeza. Boots intenta lamerme la mano libre e, inevitablemente, sonrío ante el gesto. A mi perro sería al único que le dejaría lamerme la mano—. ¿Quieres salir?
Ante la palabra «salir» se aparta de mi lado y corretea hacia la puerta. Da varias vueltas sobre el sitio antes de sentarse, con la mirada clavada en la puerta. Me restriego la mano lamida contra el pantalón y me abrigo con la chaqueta. Cojo la correa del perchero y salgo con él afuera, en busca de una distracción.
No obstante, después de los veinte minutos que hemos tardado en darle la vuelta a la manzana y jugar en el parque que hay al final de la avenida, no soy capaz de quitarme la imagen de ella en camiseta ancha y ropa interior.
«Estoy enfermo», me recrimino mentalmente mientras subo las escaleras de la entrada.
Sin necesidad de mirar al salón, tan solo con escuchar una risa aguda y la música electrónica del videojuego sé que tanto Nara como Kairi están despiertos y, por ende, mis padres también. Boots sale escopeteado en busca de mi hermana, arrastrando la correa por el salón sin importarle en absoluto.
Papá está cocinando algo en la sartén mientras que mamá está apoyada en la isla, observándole cocinar.
El único motivo por el que la idea del amor no me parece del todo absurda es gracias a mis padres.
Se conocieron en el instituto, mamá salía con un amigo español de papá porque habían caído en la misma clase y cuando él la introdujo al grupo, papá la conoció.
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Inesperadamente tú
Roman d'amourRyu se había hecho dos propósitos de año nuevo: 1- Convertirse en el capitán del equipo. 2- No dejar que nada ni nadie se interpusiera en el primer propósito. Aunque está claro que el universo hace lo que quiere, así quién iba a imaginarse que la c...