04; Números

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Otro pinche día aburridísimo en el que Juan acababa de ser regañado por uno de sus compañeros por poner música de Bad Bunny con el volumen "muy alto".

No se encontraba NI DIOS en esa tienda ¿por qué limitar tanto el sonido de las joyitas que acababa de lanzar su cantante "farovito"?

Además, ya estaban a punto de cerrar y su compañero se iba 20 minutos antes, el cliente hijo de puta que sea tan descarado como para pedir ser antendido 20 minutos antes de cerrar quería ver las ojeras y el mal humor de Juan cubito en su máximo esplandor.

Juan, ya me voy, atiende a tu clientela que espera ser tratada con total amabilidad - dijo su compañero con una mochila y ropa casual, mientras se retiraba.

¿Clientela? tienes que estar de puta coña - a Juan rara vez se le escapaba el acento español que le pegaban sus amigos.

El cliente tranquilamente habría presenciado el peor humor del que es posible ver a el mesero si no fuese porque no era un cliente común y corriente, o al menos no para Juan.

Buenas... - dijo tímidamente el joven.

Oh, ¡hola Spreen! ¿cómo estas? ¿todo bien? - otra vez, no entendía el porqué estaba siendo tan confianzudo con un extraño al que atendió y con el que habló una sola vez.

Todo bien por suerte ¿vos cómo estás? ¿va bien el trabajo? - intentó sacar charla el azabache de cabellos largos.

Va super, lastima que casi nadie viene a las horas que me toca atender, yo no tengo problema, me pagan igual, pero es un poco aburrido estar sentado sin hacer nada por 6 horas seguidas, mi descanso está de decoración, mi turno entero es un descanso - respondió el castaño

Spreen soltó una risita traicionera por el término que el mesero usó al final, si bien no fue usado en el contexto que daría un argentino, pensó en lo raro que sería escuchar al de bandana roja hablar con su acento natal.

¡Hey! ¿de qué te reís? ¿qué dije o qué? - rió el casi hechicero algo confundido y nervioso por no saber si dijo algo malo.

Nada, nada, perdoná, es que soy medio esquizofrénico - bromeó el argentino.

Si bien el de anteojos puso una cara rara que al principió deprimió un poco al azabache por pensar que tal vez no entendía su humor, sus pensamientos se esfumaron cuando escuchó la escandalosa risa del contrario y solo pudo sonreir ante tal melodioso sonido.

Eres un idiota Spreen, presta más atención cuando te hablen - bromeó el de gafas mientras se dirigía a la cocina - ¿me sigues? - preguntó el más bajo a modo de invitación a pasar.

Claro - el más alto comenzó a seguirlo mientras inspecionaba el lugar de trabajo de su nuevo amigo, si se podrían llamar así.

Pudo ver como era toda la parte trasera que no se encontraba a plena vista de los clientes, era un lugar algo pequeño, con muchas herramientas para la preparación de distintas bebidas.

¿Quieres algo? en unos minutos cerramos, puedes ser mi primer y último cliente del día - dijo el de bandana roja mientras miraba fijamente al chico en frente suyo.

No jodas que no atendiste a un solo ser en 6 horas de turno - se preocupó un poco el azabache.

Pfft, es broma hombre, ojalá no hacer nada en tantas horas de trabajo, aunque sí fueron poquitas, apenas llego son muchas más pero se va vaciando muy rápido - recordó el estudiante de hechicería.

Mal ahí, era obvio pero no sabía que espantabas tan así a las personas - se burló el argentino.

Pinche estúpido, mejor cierra el hocico o te lo parto - fingió enfado el mesero mientras preparaba el mismo pedido que el azabache realizó la primera y única vez que lo atendió.

Los dos chicos disfrutaban de la compañia del otro, Juan de vez en cuando tarareaba alguna que otra canción del artista que minutos atras le habían prohíbido escuchar, mientras que Spreen le pedía que se callara ya que cantaba horriblemente mal, estos comentarios solo incitaban al casi hechicero a cantar a todo pulmón. Probablemente hubiera sido mejor que se callara y lo dejara tararear. Hubiera sido lo mejor.

Al cabo de unos minutos, ya se encontraban las únicas almas en el lugar tomando las bebidas preparadas por el castaño y platicando sobre la vida

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Al cabo de unos minutos, ya se encontraban las únicas almas en el lugar tomando las bebidas preparadas por el castaño y platicando sobre la vida. En algún momento Juan recordó y tuvo un pequelo debate interno sobre si preguntar o no sobre las preocupaciones del otro.

Y... ¿cómo te va con...? ehhh, olvidé el nombre - intentó preguntar el de gafas mientras hacía el esfuerzo por recordar.

¿Carre? ¿querés saber si pasó algo más? - intuyó el de pestañas largas.

Ejm, sí ¿al final lograste hablar con él? ya pasaron varios días, quiero pensar que tienes los huevos para enfrentar tus problemas - comentó descuidadamente.

Si bien Spreen no se tomó ese comentario muy personal, sí se ofendió un poco.

Ya hablé con él, parecía sincero cuando me dijo que ya no me iba a dar problemas, quiero confiar en que esta vez no la va a seguir cagando y se va a poner los pantalones - tiró una frase digna de mis viejos, y de paso evitó hablar cosas que no daban ni al caso tratar con el de bandana.

Juan al escuchar lo último rió un poco sin entender del todo aquella expresión - Me alegra, amigo - sonrió el pecoso.

Fueron tres simples palabras, pero sin él darse cuenta, el azabache se deprimió un poco.

Llegada la hora de cerrar el local, el de bandana roja y el de camisa amarilla charlaron mientras el primero preparaba todo para cerrar

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Llegada la hora de cerrar el local, el de bandana roja y el de camisa amarilla charlaron mientras el primero preparaba todo para cerrar.

Juan, antes de irme, necesito preguntarte algo - recordó el de pestalas largas.

Dime - atinó a decir a la par que bajaba la persiana de la cafeteria.

¿Crees que me podrías pasar tu número? - se avergonzó un poco por la manera de pedirlo. Eso tranquilamente podía ser leído como una colegiala pidiendole el número a un estudiante a punto de graduar.

Aquella pregunta sorprendió un poco al "mago" - Ah, por supuesto - este sacó torpemente su celular para pasarle su número telefónico - Listo, cualquier cosa, ahora sí puedes mandarme mensaje - rió un poco al final.

Bien, nos vemos, gafotas, ten buena noche - sonrió felizmente el azabache.

Esa sonrisa derritió el pobre corazón dolido de Juan, tanto así que apenas y pudo levantar su mano para saludar de lejos al chico que se iba, incluso si este no podía verlo.

¡Mesero! - spruanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora