1-Dear Rabbit I

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Hola 🥰 Les dejo el inicio de un fanfic corto en el que estaré trabajando más adelante. Ya tenía el capítulo escrito hace un año y revisando viejos archivos pensé que sería buena idea finalizarlo. Este será uno de los dos fanfics que estaré publicando. Besitos

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-Que tengas buen día, cariño.

Habló Anisa con toda la dulzura que una madre podría ofrecer a un hijo. Las punteagudas orejas de Leush se doblaron hacia abajo permitiendo que su madre pudiese besar su cabeza sin obstáculos a su paso.

- Mamá...-dijo con melancolía.

-Que sucede, Leu?-se inclinó su madre sonriendo levemente cuidando que su delantal empabesado de salsa no manchara la pulcra vestimenta escolar de su hijo.

El chico frunció su boca en un rictus mientras sus largas orejas caían como plumas a ambos costados de su rostro.

La madre observó el gesto de su pequeño y suspiró con pesar.
- Son hermosas cariño. Hermosas orejas con las que has nacido y te hacen especial.

Leush alzó su mirada con nervios, dando a entender a su madre que esa era justamente la causa de su pesar.

Sus orejotas de conejo no eran como las del resto, las cuales se curbaban elegantemente otorgándole una anatomía más esférica. Él había nacido con orejas punteagudas, las cuales odiaba infinitamente. Era un conejo albino, con orejas como espadas afiladas en su extremo distal. Su madre era bastante normal, de pelaje caoba claro, entonces ¿porque él había nacido de esa forma? Odiaba sus felpudas llamativas ya que a sus 11 años era fácil convertirse en blanco de burla del resto de sus compañeros. El día anterior había sido su primer día de clases y sin entrar en paranoias se había percatado de los cuchicheos y miradas divertidas del resto de sus compañeros, todos de pelaje oscuro o moteado y de pequeñas orejas. Él era el bicho raro, blanco como el papel de fibra, tan blanco que resultaba incandescente y con largas orejas alzándose al cielo

- Mamá, me ven raro- lloriqueó el conejito causando profunda aflicción a su madre.

-Déjalos mirar-respondió la madre con firmeza acunando la mejilla de fino pelaje blanco-Tú eres mi hijo, eres especial mi pequeño. Eres único, muy hermoso e inteligente. Estoy muy orgullosa de tí, cariño.

Leush se vio forzado a asentir ante las palabras de consuelo de su agotada madre, cuyas vestimentas roídas por las arduas horas de trabajo en las estufas de carbón habían trasvocado su aspecto juvenil a uno cansado y endeble. Sin su padre junto a ellos había sido difícil para Anisa.

- Sí, mamá-respondió obligándose a sonreír.

La madre le correspondió arreglando el lazo de su cuello y lo despidió con un abrazo.

-Debo volver al trabajo, Leu. En la tarde haré asado rosa, tu favorito cariño!- rió feliz pellizcando los cachetes sonrosados.

Leush volvió a asentir viendo cómo su madre volvía presurosa al calor de la estufa.

Eran conejos, todos allí. Mejor dicho una especie evolucionada de mamíferos herbívoros que hace un poco más de 300 años se habían asentado tras la colinas de Harus, o eso decían los sabios de su comunidad. Una especie genéticamente adaptada y modificada para vivir de la naturaleza. La evolución los había cambiado para lucir como seres humanoides cubiertos de pelaje corto y suave, orejas alargadas que se movían con rapidez hacia todas direcciones captando los sonidos más sutiles y una pequeña cola esponjosa e inútil justo al final de la espalda baja. Ellos eran los rabbits, formas evolucionadas de los antiguos mamíferos del mismo nombre. Él resto de nuestra fisionomía era muy parecida a la de nuestros y también antiguos parientes, los humanos.

Dear RabbitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora