22. Gris

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Brith.

El color grisáceo del cielo me parecía tan deprimente, en aquella época, siempre me preguntaba ¿por qué todos los días no podían ser brillantes? Pues, era claro que el cielo azul era mucho más hermoso.

Podía ver que las aves revoloteaban dejándose guiar por las corrientes de vientos bajo sus alas, sintiéndose tan libres y livianas.

- ¿Qué sucede, cariño? - me pregunto mamá situándose tras mío y poniéndome las manos en los hombros.

El jardín de la casa era muy amplio y bien cuidado, siempre me había gustado jugar en el césped, pero mamá siempre me había hecho abrigarme suficiente, cuando llegaba la época decembrina, el frio en Bogotá aumentaba.

- Hoy también esta nublado. - le respondí con puchero. - ¿Por qué no puede haber sol?

Mamá suspiro.

- Cariño, en la vida hay días soleados y días que están nublados. - hablo caminando para estar frente a mí y agacharse, sus ojos castaños iguales a los míos me observaron atentamente. - Como momentos donde unos es feliz y en otros no.

- Eso no es justo. - musite.

Mamá sonrió, sus manos acariciaron mis mejillas con mimo. Esa luz en sus ojos le hacía verse más hermosa de lo que ya era.

- Muchas veces la vida no es justa, mi niña. - beso mi frente. - Pero recuerda, aun a pesar de todo lo malo las personas podemos ser felices, esos momentos solo nos hacen más fuertes y te ayudaran a creer.

La observe por unos segundos. Amaba a mamá con todo el corazón y aunque no entendiera mucho de lo que me estaba diciendo en ese momento, sabía que era por algo.

- Estoy segura de que algún día serás una mujer fuerte, inteligente, elegante e independiente. - volvió a incorporarse y me tendió la mano, sin dudarlo la tome comenzando a caminar con ella al interior de la casa. - Recuerda, Brith. La belleza no lo es todo, vale mucho más ser lista.

Suspire viendo mi reflejo en la ventana del salón.

El cielo estaba nublado como aquel día, la diferencia es que el frio de Newark ya era más gélido que el de Bogotá, aun así no se me hacía problema en soportarlo.

Mi vida en ese entonces era muy sencilla, pues cuanto quisiera volver a ser una pequeña niña de ocho años que solo contaba con su familia en aquel entonces, ahora ya casi era adulta y tenía responsabilidades en los hombros.

- ¿Cómo estás? - ante lo audible de aquella voz tuve que voltear, sus ojos azules con tintes dorados me observaron.

- Mucho mejor antes de que llegaras. - masculle dándome vuelta para alejarme de él.

Había ignorado por varios días los constantes mensajes y llamadas de Fabián, en la secundaria hacia lo más posible por no verlo y ni siquiera me había asomado por la construcción.

- ¿Qué te sucede? - inquirió.

Su voz profunda siempre le caracterizaba aquel tono serio, aunque Fabián era alguien que la mayor parte del tiempo se mostraba malhumorado, en realidad era muy tierno, atento y divertido, o quizás eso fue lo que me hizo creer.

- Me sucede que no quiero verte. - respondí tomando mis cosas de la mesa.

- ¿Y yo que hice para que estés así? - siguió.

Resople.

¿Me quería ver la cara de idiota?

Molesta me di vuelta para verlo, descubriendo que estaba a unos cuantos pasos de mí, su altura haciéndome elevar la cabeza y sin una pizca de amabilidad o miedo solté:

Hilos Negros ✓(Blood #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora