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꧁Reino unido, 1853꧂

Infectada con viruela, el amor de su vida agonizaba hacia ya varios días. Postrada en la cama adoselada con terciopelo rojo, la enferma chica miraba por el gran ventanal del cuarto como el sol caía, dejando poco a poco el castillo al que llamaba hogar a oscuras. Aizawa sostenía su mano con miedo, como si de un segundo a otro fuera a perder a aquella chica. 

-Cara mía, mañana partiré en mi viaje en busca de vuestra cura.- Con delicadeza, paso un rebelde mechón castaño detrás de la oreja de la joven.- Se dice que en Francia hay una mujer que puede curarlo todo. Solo espera aquí por mi.-Exclamó acariciando su pálida mejilla con gentileza.

-Oh Mon cherie, hasta el ultimo de mis alientos estaré esperando tu regreso.-En su voz se sentía su agotamiento. Su negatividad solo empeoraba el miedo de Aizawa por perderle.

-Kasumi...-Murmuro, acercándose a ella, casi rogándole que no siguiera formulando aquellas tétricas palabras.

-Prométeme una cosa antes de partir en tu viaje.-Con un mano temblorosa, tomo el rostro de su marido.

-Lo que tu desees.-Se acerco a ella aun más, dejando que acariciara su cabellera negra peinada cuidadosamente hacia atrás, en una muy pequeña cola.

-Pase lo que pase, prométeme que seguirás tu vida. Que buscaras un nuevo amor, y serás feliz.-La voz se le quebró al final de la frase, mientras una lagrima escapaba silenciosamente por su mejilla.

-No puedo prometerte ser feliz en un mundo en cual no estés conmigo. Pero puedo prometer que te amare eternamente. Si te pierdo, te buscare en otra vida, y en mil más. Hasta que estemos juntos de nuevo.-Sentenció dejando un pequeño y delicado beso en su frente, alejándose justo antes que la puerta de abriera.

A la habitación ingresaron dos sirvientes, una joven regordeta que empujaba de un carrito con la cena para la enferma, y también velas para iluminar la habitación ya a oscuras. Detrás suya un hombre alto y delgado, con la mano en puño sobre su corazón hizo una reverencia al entrar al cuarto.

-Mi Lord. Estamos listos para partir, en cuanto usted ordene.-Anunció  con voz grave y autoritaria.

-Gracias. Partiremos mañana con la salida de los primeros rayos del sol. Retírese a descansar.-Acto seguido el hombre se retiro con una reverencia, tras las ordenes de Aizawa.

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Durante los 3 días de viaje las palabras de Kasumi resonaban en la cabeza del azabache, su temor a llegar tarde con la cura solo iba en aumento. Durante el trayecto apretaba con fuerza el rubí enganchado al pañuelo en su cuello, un pequeño relicario que contenía la imagen de su amada Kasumi, regalo que ella misma le había dado el día de su boda.

Para cuando arribaron a Francia, El mismo había sido víctima de la enfermedad que tanto deterioraba la salud de su amada. Él mismo había contraído la viruela. Ahora necesitaba aun más la ayuda de esa mujer. Tras mucha búsqueda, un cochero se ofreció a llevarlos ante ella. Pocos eran los hombres que se animaban a aproximarse al bosque donde esta habitaba. Aun así, aquel hombre decidió llevarlos, no solo por conocer el camino, si no por haber sido ayudado por esta enigmática mujer años antes. Tras un corto viaje de una hora, el coche se detuvo estrepitosamente frente a una vieja y oxidada reja consumida por la maleza.

-Hasta aquí puedo traerlos. A mis caballos les aterran los terrenos de la bruja.-Aizawa seguido por dos de sus hombres descendieron de la carroza.

-Gracias nuevamente por traernos.-Tras hacer una seña, uno de sus hombres le dio al cochero una bolsa con monedas de oro.-Espero que esto sea suficiente.

Besos hambrientos || Aizawa fanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora