Era jueves, y como cada jueves los chicos iban a la terapia, no podían creerse la situación en la que se encontraba su amiga Blanca, ¿Cómo alguien sin moral ni ética había sido capaz de abusar de ella? y peor aún, ¿Cómo había sido capaz de hacerlo su propio padre? Hay cosas que en la vida no tienen explicación y esa era una de ellas, después de saludar a la recepcionista, se adentraban como llevaban haciendo dos semanas atrás y desde que habían empezado, por el largo pasillo que formaba la estructura del lugar en donde estaban, el familiar cartel con las letras negras y el apellido de Sheyla les daba la bienvenida y, una vez abrían la puerta se encontraban de nuevo con una terapeuta sonriente que les daba la bienvenida con dos besos a todos.
Esa vez los objetos que había en la sala eran simples, un altavoz gigante, un ordenador y dos o tres micrófonos. David miraba en derredor sin saber muy bien para que demonios su inesperada y nueva amiga quería esas cosas. — ¿Para qué es todo esto Sheyla? — La curiosidad que denotaba la voz del chico hacía que ella respondiese, de nuevo, sonriendo. — Es para cantar... — La línea recta aparecía en los labios del estudiante mientras que, en su mente los engranajes no paraban de dar vueltas. ¿Cantar? En ningún momento nadie le había dicho nada de que tuviese que hacerlo. Los nervios empezaban a florecer en su propia piel, para posteriormente adentrarse en su cuerpo. — ¿Pasa algo? — Sheyla miraba primero a dichos micrófonos, agrupados en un rincón, y luego de nuevo a su paciente. — No se le da muy bien cantar, o al menos eso es lo que él dice.
Mane que hasta el momento había permanecido callado, expectante ante lo que pudiese pasar, respondía antes siquiera de que su marido pudiese buscar las palabras adecuadas para hacerlo. El policía rodeaba con el brazo a su chico y lo arrimaba un poco más hacia él. — Mira qué bien os veo a vosotros dos ¿No? — Decía Sheyla mientras se cruzaba de brazos y mostraba esos dos hoyuelos tan llamativos que a medida que las comisuras de sus labios tiraban de su boca y ellos se miraban y sonreían para a continuación sentarse con el resto del grupo, después de decir cómo se sentían, como hacían cada vez que llegaban, empezaba el momento, la actividad, la magia de una canción, el poder de un volcán, el temblor de una erupción, y así es como se sentían los dos...
Les había tocado una canción llamada "Destinados" del cantante español Alex Ubago.En el estómago de David se urgían los mejores sentimientos, como el poder que emana del estanque de la luna, nunca había escuchado cantar a su marido y iba a hacer el ridículo delante de él. ¿Y si de repente Mane al escucharle cantar dejaba de luchar?¿Y si todo cambiaba entre ellos, de nuevo a mal?
Los dos ya estaban en sus posiciones ante la atenta mirada de la terapeuta y sus compañeros de terapia, de los cuales, dos de ellos habían dejado de asistir debido a que cada vez estaban peor, la inseguridad y el miedo volvían a orbitar en las pupilas de David y Mane, como si de un concierto se tratase, tapaba el micro y acercándose un poco a su esposo para intentar calmarlo decía. — Eh relájate ¿Vale? — David arqueaba las cejas hacia adentro, como cada vez que pasaba cuando empezaba a hablar consigo mismo. —Mane, no puedo, me va a salir mal, yo no sé cantar y tú me vas a dejar y lo voy a pasar mal otra vez... — Esa vez, su esposo sí que se acercaba a él, a unos cuantos centímetros de distancia.
El policía era más alto que el estudiante, es por eso que David tenía que levantar la cabeza y mirarle a esos ojos de color miel que tanto le gustaba mirar. — Yo no estoy contigo por que sepas cantar bien o mal wey, estoy contigo por otras muchas virtudes que estoy descubriendo y cada vez me están gustando más... — Las comisuras de los labios de su esposo tiraban hacia arriba y formaban una de las mejores sonrisas que el policía había visto en su vida. — Vamos a hacer la actividad entonces... — La voz estrangulada por el intenso momento que habían vivido traicionaba a David y lo que este sentía cuando Mane se le acercaba, un rastro transformado en pensamiento volaba alrededor de la mente del chico.
Si ahora se sentía así, no quería imaginar que iba a pasar cuando tocase su piel... Cuando sus emociones estallasen y se dejase llevar por los latidos de su corazón. La melodía empezaba a sonar y el primero en cantar era Mane, para después hacerlo David, una vorágine de emociones se apoderaba de los dos a cada nota que cantaban, unidos por unos fuertes latidos que se aceleraban a cada segundo que pasaba, en mitad de la canción empezaban a aparecer los colores para envolverlos a los dos, el azul claro como esa unión perfecta que se estaba creando entre ambos y el verde esperanza por todo lo que estaba surgiendo entre ellos, ellos que habían dejado de quererse y ahora no podían vivir el uno sin el otro.
La canción acababa y los dos lo habían hecho tan bien que no sabían que podían y sabían cantar de esa manera que los entumecía. Los aplausos se apoderaban del ambiente y reverberan en las paredes del lugar, todos estaban eufóricos ante la inesperada oleada de talento que habían presenciado; Poco tiempo después, salían del lugar y se metían de nuevo en el Range Rover de Mane, el color naranja de la tapicería los arropaba a los dos, un naranja que había presenciado miradas cómplices, sonrisas vividas de ganas de algo nuevo e inesperado. Inmersos en el tráfico mexicano a esas horas de la noche se desarrollaba una pequeña conversación. — No sabía que supieses cantar así de bien.
El policía daba un paso más entre los dos, algo que hacía que los nervios se aposentasen de nuevo en el estómago del estudiante. Mane posaba delicadamente su mano en el muslo de su chico, mientras viajaba con sus ojos a su rostro y a la carretera con una sonrisa, el tacto de las manos de su marido en su piel, a través de la ropa, le quemaba, pero al mismo tiempo era una sensación agradable y cálida. — Manos al volante... — Los dos se reían y llenaban el diáfano espacio con carcajadas entrelazadas, un rasgueo en el estómago de los dos abría paso a uno de los nuevos momentos que los chicos estaban viviendo.
Entre tanto, Brenda entraba en un local que había alquilado, había quedado con su mejor amigo para cenar, pero antes necesitaba un momento para pasarse por allí, en esas paredes llenas de colores, celeste, rosa, negro, verde y marrón estaban a punto de rezumar canciones y momentos únicos e irrepetibles. La Argentina había decidido invertir en uno de los múltiples karaokes que se habían cerrado en la ciudad, la gente estaba evolucionando, y lo que antes divertía, cómo podía ser un escenario, un micrófono y un buen rato con amigos se había convertido en melodías por internet, en grabaciones en los teléfonos y la mala calidad de las mismas. Nada quedaba de las tradiciones como esas.
Así era ella, a la chica le gustaba apostar por lo que era arriesgado, y si era necesario ir con todo, iba con todo aunque no siempre saliese bien... La inesperada popularidad que había alcanzado al ser amiga de sus amigos había hecho que se lanzase a eso, las redes sociales llamaban mucho, y estaba completamente segura de que invertir junto con Gastón en eso daría pronto sus frutos mientras que al mismo tiempo, estudiaba en la universidad. Los cuatro vivían felices sin saber que sus vidas de nuevo, se iban haber envueltas en un Tsunami de acontecimientos que harían que se lo replanteasen todo.
***
Hola!
De nuevo por aquí enfrentandome a esta bendita locura de seguir con las aventuras de Mane, Brenda, David y Gastón, está vez las cosas están a punto de cambiar. Si quieres saber más sobre esta segunda parte solo tienes que seguirme en mis redes sociales. Gracias!!
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True Love (El Desenlace)
RomanceEl desenlace de una inesperada historia de amor en la que estar unidos nunca había sido tan difícil, ahora Brenda, Gastón, Mane y David, van a tener que luchar para conseguir lo que quieren. Estar juntos por encima de todo y de todos. ¿Hasta que pu...