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Hace muchos siglos atrás dos vampiros se encontraron por primera vez en una fiesta de nobles. Él vestía muy elegante como los hombres de la época y ella incrementaba su belleza con un vestido rosa y negro de mangas largas con volantes.

Ella se enamoró del encanto de él, y él del corazón de ella.

La chica portaba un corazón tan grande y lleno de amor que podría ser capaz de saciar su hambre bestial mucho más tiempo que el de cualquier otra chica. Fue en ese mismo instante en el que sus miradas se cruzaron que se juro a si mismo tener ese corazón para él y romperlo dejando un daño irreparable a la dueña de este.

Entonces dió inicio a su ruin plan. El cazador tenía una nueva presa y está era la más jugosa que hubiese visto jamás.

Todo iba bien. Era cuestión de poco para que ella cayera por completo en sus garras sin siquiera haber tenido que utilizar sus poderes de hipnosis para conseguirlo, pues la chica era tan fácil de conquistar que no valía la pena mal gastarlos en ella.

Y hubiera sido así de no ser porque ella de alguna manera se había enterado de lo que él era en verdad y lo que hacía con las chicas a las que enamoraba.

Draculaura era lo que llamaríamos una mujer de romance, alguien que de las cosas que más anhelaba en el mundo era vivir un romance perfecto, un amor eterno con el monstruo de sus sueños.
Pese a todas sus ensoñaciones y fantasías no era ingenua y pronto se dió cuenta de que algo malo estaba pasando, comprobando que su intuición era cierta al descubrir algunas pruebas que señalaban al apuesto vampiro como el culpable.

Estaba muy enfadada, decepcionada y herida. Había logrado despertar del hechizo en el que ella sola se metió al interesarse en Valentine antes de que fuese demasiado tarde y se sentía aliviada por ello, pero en esos momentos más grande que el alivio era el enojo hacia él; la gran necesidad que sentía de buscarle y enfrentarle. Gritarle por el desprecio que ya sentía por él y su despreciable ser.

Lastimosamente ante todo el odio recientemente acumulado tenía que pensar con lógica: no podía ir así solo a desir le al vampiro que lo sabía todo, pues este era un vampiro emocional y tal como le dijo su padre luego de que le preguntara por la subespecie de vampiros, ellos utilizaban la hipnosis para ganar a sus presas más rebeldes. No iba a tener siquiera tiempo de gritarle todo lo que sentía cuando esté ya la tendría bajo hipnosis, enamorada profundamente de él sin nadie que pudiera hacer algo para ayudarle y salvarle de sus garras.

No podía decirle a su padre que la verdadera razón de su repentina curiosidad por los vampiros emocionales se debía a que estaba siendo la víctima de uno de ellos, pues los Valentine eran miembros importantes y respetados en el mundo de los vampiros y no deseaba meter a su padre en un conflicto solo por ella.

Y si bien, podía inventar cualquier escusa para abandonar ese lugar y mudarse lejos, muy lejos de ahí tampoco quería que otra chica tomara su lugar y sufriera ese horrible final.

Fue entonces que ya con un plan medianamente decente comenzó su semana evitando al chico. Había llegado a la conclusión de que lo mejor sería investigar más sobre el enemigo pero solo contaba con un par de días para conseguirlo pues de tardar más él sospecharía que algo estaba pasando y bastaría con encontrarse otra vez para que fuera hipnotizada.
Para su mala suerte no logro conseguir demasiada información de los vampiros emocionales y fue peor cuando quiso investigar por los Valentine porque estos eran muy cuidadosos y reservados respecto a sus no-vidas privadas.

Pañuelo de lágrimas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora