Fuerte como la roca

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Una roca debía ser fuerte e inamovible. Un cazador, tenía que ser certero y firme con lo que tenía planeado. Él era ambas.

«Va-vamos, tú pu-edes».

Ser un cazador de demonios; y más allá, el pilar de la roca, era una gran responsabilidad... pero... si debía ser honesto, pelear contra esos monstruos no le aterraba... al menos no si lo comparábamos a decir algo estúpido ahora mismo.

Apretando sus poderosos puños, recordó lo que Genya le había dicho:

»Creí que no le temías a nada —dijo sorprendido—, bueno, me molesta admitirlo pero no es como si yo pudiese ayudarte con esto; las mujeres... yo ni siquiera puedo hablar con ellas.

Pobre muchacho.

Dándose valor, el famoso pilar de la roca volvió a tragar saliva, carraspeando su garganta, caminando hasta la pequeña tienda de semillas y especias. Un camino que él ya se sabía de memoria.

—¡Bienvenido! —saludó una voz gentil llena de compasión y dulzura—. ¡Oh, señor Himejima! Es un gusto.

—Ho-hola... buenas tardes.

—¿Busca a mi hermano? —preguntó curiosa—. Lamentablemente Giyū salió hace unas horas, pero si lo espera puede ser que no tarde en llegar.

—No... no buscaba a Tomioka, yo...

—¿Sí?

—Yo... señorita Tsutako...

—¿Qué ocurre? —musitó ella, acercándose a él, comenzando a preocuparse.

—Me preguntaba, si... usted...

Vamos, vamos, ¡podía hacerlo!

Antes de comenzar a llorar por la impotencia de no saber elegir las palabras correctas, Gyōmei se saboteó a sí mismo en el último momento y soltó una pregunta menos comprometedora.

—¡¿Aceptaría que la invitase a cenar hoy?! —incluso fue más formal de lo normal, haciendo una reverencia, bajando su cabeza demasiado.

Él no podía ver su rostro, pero Tsutako Tomioka parpadeó varias veces sorprendida.

Ante su corto silencio, Gyōmei se apresuró en concluir que había sido rechazado.

—Lo siento, no debí molestarla.

Antes de que él pudiese salir de la pequeña tienda, Tsutako se apresuró en tomar su mano derecha con las dos de ella.

—Al menos déjeme responderle —pidió Tsutako, con un ligero rubor en sus mejillas—. Sí quisiera cenar con usted, Himejima.

—¿De-de verdad?

—Sí —suspiró ella, soltándolo lentamente—. Usted me agrada mucho; y cenar juntos se oye bien.

Oírla usando ese tono de voz tan sublime para él, le hizo querer preguntarle lo que de verdad quería saber: ¿ella podría amar a alguien como él?

Pero antes de que esa valentía le saliese del pecho, un trío de voces se hicieron presentes afuera.

—¡Eres un tonto! ¡Por eso Kochō te odia!

—¡Sabito! ¡Eso no fue nada amable!

—Vamos, vamos, no peleen.

—¡Sé un hombre, Giyū! ¡No puedes sonreírle a todos los que te insultan!

Nerviosísimo, Himejima se separó dos pasos de Tsutako antes de que 3 figuras apareciesen por la puerta; Sabito, Makomo y Giyū; tres pilares jóvenes y talentosos. El último era el hermano menor de Tsutako.

—¡Ah! ¿Himejima? —se sorprendió Giyū de verlo.

—Hola, chicos —saludó el mayor, sintiendo cómo el sudor se acumulaba en su frente—. Lo siento, debo irme.

—Himejima, ¿a las siete de esta tarde le parece bien? —preguntó Tsutako viéndolo enternecida.

—¡Claro, claro! Y-y-yo paso por usted.

—Por supuesto. Lo esperaré.

Una vez que el pilar de la roca se fue, los 3 jóvenes se miraron las caras entre ellos, confundidos.

—Hermana... ¿qué acaba de pasar? —preguntó Giyū en su inocencia.

—Nada, hermanito, sólo tengo una cita con Himejima.

Sabito y Giyū abrieron sus bocas sorprendidos.

Por otro lado, Makomo aplaudió con euforia, chillando y abrazándose del brazo de Tsutako.

—¡Qué bien! ¡Vamos, vamos! ¡Debe decírmelo todo! ¿¡Qué usará?! ¡¿A dónde irán?! ¡Aaaaah, qué emoción!

Y mientras las chicas salían de la tienda dejando solos a los dos chicos, Himejima volvía a su casa, completamente feliz.

No había preguntado lo que en verdad quería saber... pero... ¡tendría una cena con Tsutako!

¡En verdad tendrían una cena!

—FIN—

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F̺u̺e̺r̺t̺e̺ c̺o̺m̺o̺ l̺a̺ R̺o̺c̺a̺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora