Jisung sabía que Minho era su alma gemela.
Quizá no lo supo la primera vez que lo vio, recién cumplidos los ocho años y con las manos y la ropa llenas de pintura. Quizá no lo supo cuando entraron a la secundaria y pasaron dos años sin dirigirse la palabra por su estúpido orgullo. Pero en algún momento en sus últimos años de amistad, Jisung supo darse cuenta de que su relación con su mejor amigo no se parecía a nada que haya compartido con alguien en su vida.
Después de graduarse del instituto y realizar con éxito las pruebas necesarias para el acceso a la universidad, ambos prometieron que harían su primer viaje juntos antes de ir al sector laboral. El plan original consistía en un viaje de una semana. Comprar un boleto de avión de ida y vuelta al destino seleccionado y volver a cargar con sus responsabilidades antes de que finalice el verano.
Cuando las vidas de los dos chicos se tornaron complicadas a pocos meses de la graduación, se dieron cuenta de que quizá necesitarían un plan por todo lo alto. Sanar sus corazones. Estrechar los lazos que habían empezado a ceder al no tener tiempo el uno para el otro. Dar respuesta a cientos de preguntas.
Se habían prometido no gastar un solo centavo de beca a lo largo de los cuatro años de universidad. Sus becas fueron ostentosas y la tentación, en muchas ocasiones, fue casi insoportable. Pero a día de hoy, ambos contaban con una buena suma de dinero en sus cuentas bancarias, lo suficiente para ir a otro país y permitirse improvisar sobre la marcha.
El gran día del viaje, ambos fueron ligeros de equipaje al aeropuerto. Se dieron un largo abrazo, pues llevaban un par de meses sin verse por las complicaciones de los estudios.
El vuelo sería largo. Pensaban aterrizar en Madrid. Sus mochilas estaban llenas de golosinas para no morir de hambre y ambos tenían los collarines de viaje a juego que habían adquirido un tiempo atrás.
No hubo complicaciones. La mayor parte del trayecto, Minho se dedicó a terminar varias series que había dejado a medias meses atrás con Jisung dormido en su hombro. Al aterrizar, llamaron a sus familiares. Minho llamó a su madre mientras que Jisung decidió que hablar con su hermano mayor sería mejor idea.
—¿Quieres ir al apartamento a dejar las cosas? —Preguntó Minho.
No sabían cuánto tiempo estarían en cada destino, así que en lugar de pagar por hoteles, decidieron que rentar apartamentos semanalmente sería una mejor idea.
Después de un asentimiento, ambos salieron decididos. Sus estómagos no opinaban igual, así que pararon en la primera cafetería que vieron para desayunar algo. La aventura en el metro de Madrid fue interesante, sobretodo la parte de comprar sus boletos sin tener ni la más remota idea de cómo hablar español.
Ya en su destino, el equipaje fue a parar al sueño y ambos se tiraron a la cama. En un par de horas tendrían que almorzar. La aventura en el metro había durado mucho más de lo que tenían pensado.
—¿Qué tanto te apetece caminar posiblemente media hora hasta el supermercado más cercano para hacer una compra que tardará más de una hora porque todos los productos estarán en español, para luego ponernos a cocinar? —Minho extendió su brazo y Jisung no tardó en apoyar su cabeza en él. Se giró para mirarlo a los ojos cuando terminó su pregunta.
—No sabes cuánto me apetece pedir a domicilio. Yo no lo llamaría pereza, si me preguntas. Creo que es curiosidad por la gastronomía del país.
Sonrieron, con el cansancio visible en cada facción de su rostro. Pusieron sus móviles a cargar y se dedicaron a buscar algún restaurante no demasiado caro. Una hora más tarde, tenían su preciada comida ante sus ojos. Comieron en silencio, como siempre lo hacían.
Cuando terminaron, a pesar de las quejas de sus cuerpos, se dedicaron a colocar sus cosas, darse duchas largas y... dormir. El jetlag estaría presente por un par de días, como mínimo.
Jisung despertó poco pasada la medianoche. Él, por lo menos, había dormido durante casi todo el vuelo. Sólo había despertado para comer e ir al baño un par de veces. Su teléfono vibró desde la mesilla de noche y lo tomó rápidamente para que no despertara a Minho. Era su padre. Salió de la habitación compartida para dirigirse al balcón y cerrar la puerta detrás de él.
—¿Se puede saber por qué no nos has llamado ni una sola ves? —La voz grabe, rasposa, y empapada en alcohol hizo que su cuerpo se ponga en alerta. —Ahora tus padres tienen que esperar a que tu hermano les de noticias sobre su hijo, porque el hijo de puta decidió marcharse con su chico de compañía cuando al otro lado del mundo se nos está cayendo la casa encima.
Sus ojos se llenaron de lágrimas. El hombre no estaba aquí y no existía ninguna posibilidad de que pudiera tocarlo, pero el estado de alarma en su cerebro no se apagó en ningún momento.
—Déjalo, cariño. —Su madre tomó el teléfono esta vez— ¿Cómo va ese viaje? ¿Qué hora es allá?
La mujer intentaba sonar tranquila para su hijo, pero su voz temblaba y Jisung sabía que estaba llorando.
—Llevamos unas cuantas horas en el apartamento. Encontramos bien nuestro camino y almorzamos mucho. Ya debe ser la una de la madrugada.
—¿Minho está bien? —Después de escuchar un trato más humano de parte de su madre hacia su mejor amigo, Jisung sólo pudo recordar cómo lo había llamado su padre. Las lágrimas, que hasta el momento se habían mantenido en su lugar, empezaron a bajar sin fin.
—Sigue durmiendo. No había dormido nada desde que nos subimos al avión.
—Dile que se cuide, y que use protector solar todos los días. No dejes que abandone su rutina de ejercicio por estar de viaje. —Su madre le regaló el intento de una risa. —Y cuídate tú también, ¿sí? Intentaré mandarte algún mensaje de vez en cuando.
La mujer colgó. La velocidad fue tal que Jisung comprendió el miedo de la mujer a que su marido volviera a coger el teléfono para dedicarle palabras aún más horribles. Sus hombros temblaron. Su cuerpo siempre se paralizaba por minutos cada vez que escuchaba la voz de su padre. Intentó respirar profundo pero su cuello estaba lleno de bolas de algodón. La ansiedad lo consumió mucho antes de que él pudiera darse cuenta.
Minho lo abrazó muy lentamente por la espalda, para que no se sobresaltara más, si es que eso podía suceder. Separó sus brazos y los envolvió en forma de cruz en su pecho para que no se hiciera daño con cualquier movimiento provocado por el pánico.
Jisung pudo respirar mejor. Poco a poco, en sus pensamientos sólo había espacio para la respiración controlada y profunda de Minho. Su cuerpo comprendió que ya no había nada a lo que tenerle miedo.
ESTÁS LEYENDO
Life Mate | MINSUNG
FanfictionHay dos cosas de las que siempre he estado seguro. 1. Estarás ahí. No importa qué, cómo o cuándo. 2. Eres mi mejor amigo. Mi alma gemela. Nada más. Nada menos.