III

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Al día siguiente fueron a rentar un coche. No fue tan caro como habían imaginado. Dieron una vuelta por el centro al atardecer, aunque no se animaron a entrar a algún lugar en específico. El atardecer fue algo precioso de contemplar.

Una mañana más tarde, estaban firmando el contrato para quedarse por dos semanas en una casa de Sevilla. Todo fue sin complicaciones. Los únicos requisitos eran que la casa debía limpiarse profundamente todas las semanas y que los dos perros que tenían debían pasar un mínimo diario de horas en compañía. Además de protocolos de lo más básicos, por supuesto. Partirían en dos días, así que decidieron que tenían que sacar lo mejor de Madrid en el poco tiempo que les quedaba.

Como turistas inexpertos que eran, fueron a los lugares más mencionados en internet. Pasaron la tarde paseando por El Retiro y la Puerta del Sol. Se hicieron muchas fotos, por supuesto.

Se arreglaron más de lo que lo habían hecho en toda la semana. Minho llevaba un conjunto que había atraído totalmente la atención de Jisung. Había bromeado varias veces, amenazando con que le robaría cada prenda de ropa. Luego se habían reído por lo fácil que era malinterpretar esa frase.

—Te ves genial. —Comentó Jisung, delante del estanque de El Retiro, tomando su teléfono para hacerle varias fotos.

Minho intentó posar, ignorando el calor en su cara. Sabía que sus oídos tendían a ponerse rojos cuando algo le daba vergüenza, así que había desarrollado la manía de tocarlos cuando esto pasaba.

Cuando volvieron a verse en el aeropuerto, Minho necesitó respirar profundo para relajarse. Quería saltar a él y abrazarlo, pero descubrió que quería hacerlo por horas. Su cuerpo había madurado, y su forma de hablar y pensar también. Quería mucho más, pero no sabía exactamente qué. Se encontró mirándolo las primeras noches, cuando no podía dormir. Sus manos querían moverse a sus brazos desnudos y acariciarlos lentamente mientras dormía. Ver cómo se le erizaba la piel por el tacto. Nunca lo hizo, porque nunca había querido hacerlo. Porque esa era la primera vez que necesitaba más contacto que un abrazo o unas palmadas en la cabeza.

Quería demasiado a Jisung. Desde que lo conoció, lo había atesorado como haría un pirata con sus monedas de oro. Quería lo mejor para él. Por eso, no se permitió confundirse cuando las cosas cambiaron en el reencuentro. Simplemente asumió que lo había echado de menos. Quizá por lo mucho que lo había necesitado en los últimos meses, o porque nunca había pasado tanto tiempo sin ver su cara. Quizá se mezcló todo con la adrenalina de viajar por primera vez, sin un plan trazado. Por todo eso y por muchas cosas más, expulsó todo de su cabeza.

—¿Qué te apetece cenar? —Preguntó el chico, cuando la sesión de fotos hubo terminado. —Podríamos ir a un buen restaurante por aquí cerca. No es por ofender, cocinas bien y todo eso, pero un poco de variedad nunca viene mal.

—Eres tan gracioso. —Minho pellizcó su brazo.

—¡Au!

—Tanto que no puedo contener la risa.

Jisung, a modo de reconciliación, enredó sus brazos y caminaron juntos, buscando por internet el restaurante más cercano.

Pidieron mucha comida, y todo tenía muy buena pinta. Había sido un muy buen día y ambos se habían divertido. Su relación no había cambiado en lo absoluto. No de una forma que ellos pudieran percibir. Cuatro años atrás, Jisung habría ido a llorar a los brazos de Minho frente a cualquier problema, tal como lo había hecho el otro día. Le habría contado todo con lujo de detalles y habrían pasado la tarde y la noche despotricando contra el pobre causante de la ira del chico.

Entre esos pensamientos, Jisung recordó que todavía Minho no sabía qué estaba pasando en su vida. Levaba un par de días pensando en ello. No tanto en si quería contarle o no, porque estaba seguro de que la respuesta era afirmativa. Lo que le preocupaba era no ser capaz de formular dos frases coherentes en el momento de la verdad.

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⏰ Última actualización: Nov 13, 2022 ⏰

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