II

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Tardaron dos días en acostumbrarse a la zona horaria. La única vez que salieron en ese tiempo fue el día siguiente de la llegada, para comprar todo lo que necesitarían para la semana. Fue tedioso. El resto del tiempo vieron las series que tenían pendientes, durmieron, se pusieron al día.

—No me puedo creer que hayamos conseguido levantarnos a las nueve de la mañana y no en mitad de la madrugada. El café sabe mucho mejor cuando es de día. Antes se sentía como el café de la desesperación la noche antes de entregar un trabajo. —Comentó Jisung. Minho tostaba un poco de pan y freía un par de huevos. —¿Crees que estamos preparados para salir al mundo? Me estoy cansando de ser un ermitaño, y jamás pensé que diría esto.

—Podemos aprovechar el día, sí. Estuve buscando y parece que aquí hay un montón de edificios raros pero no sé por dónde empezar.

—Define edificios raros.

—Castillos, cosas de piedra. No sé.

—Cosas de piedra. —Minho lo miró. "Atrévete a juzgarme", decía su mirada. —Menos mal que te fuiste por la rama de la ciencia. La expresión verbal no es lo tuyo.

El desayuno fue tranquilo. Como siempre, no hablaron. Encendieron sus móviles y cada uno miró sus propias cosas. Al final decidieron sólo dar una vuelta por los alrededores. Ninguno de los dos quería entrar al metro, o tomar un taxi.

—Deberíamos alquilar un coche. —Sugirió Minho. La calle estaba plagada de cafeterías y esa ni siquiera era una zona turística. Sin embargo, habían visto cinco desde que salieron.

—Estaría bien. Tenemos que mirar los precios, y también el de la gasolina.

No mucho más lejos, encontraron un parque. Abarcaba toda una calle y estaba plagado de árboles que tapaban la luz del sol. En el centro pudieron encontrar un lago muy pequeño con un par de patos dentro.

—¡Hay patos! —Minho se emocionó. Jisung lo siguió, con una emoción un poco más oculta.

Pasaron un par de horas ahí. Era un lugar tranquilo. Por lo menos por la mañana, nadie venía. El clima era ideal y la brisa debajo de los árboles también. Pero cuando llegó el hambre, tuvieron que salir de ese paraíso.

Minho hizo el almuerzo. La idea original era pasta, pero Jisung se sentía mareado sólo con pensarlo. Había comido demasiado de eso en sus días de supervivencia universitaria.

—He estado investigando sobre cómo podemos seguir con este viaje, si es que queremos hacerlo por varios meses. —Jisung habló. Minho apagó la pantalla de su móvil y se dedicó a escucharlo mientras comía un trozo de pollo. —No es que esto esté mal, pero no sé si podremos seguir de apartamento en apartamento por meses, sumando el transporte y la comida. No me gustaría estar todo el viaje preocupándome sobre cuánto dinero me queda en la cartera.

—Lo entiendo. Estoy abierto a sugerencias.

—Por lo visto, la gente suele irse de casa por largos periodos de tiempo. Por trabajo, o lo que sea. La cuestión es que contratan a personas para que cuiden sus casas y sus mascotas mientras tanto. Es un trabajo muy bien pagado. Normalmente contratan desde dos semanas hasta tres meses. ¿Qué piensas?

—Podríamos ponernos a buscar cuando terminemos de comer. Si encontramos alguna oportunidad, ¿por qué no? —Jisung asintió satisfecho. Acto seguido, devoró todo su plato de comida.

Pasaron toda la tarde debatiendo cuál era la mejor oferta. Más adelante, querían adentrarse más en Europa. Por ahora, se quedarían un tiempo más en España.

Para sorpresa de ambos, no fue tan complicado encontrar ofertas así. En algunos casos cobrarían más y en otros menos, pero lo que más les interesaba era encontrar la oferta que les permitiera la mayor flexibilidad posible. Estaban de vacaciones, al fin y al cabo.

Cuando encontraron el lugar perfecto, llamaron al dueño de la casa en cuestión. No sabía coreano, pero su inglés era perfecto y Jisung pudo comunicarse con él con facilidad. Acordaron encontrarse en un par de días para firmar el contrato y empezar la próxima semana si todos estaban de acuerdo con las condiciones.

Lo siguiente fue ver una película. Era su actividad favorita juntos, después de comer. Llevaban meses sin poder hacerlo.

Minho hizo palomitas y sirvió refrescos mientras Jisung exploraba minuciosamente el catálogo de Netflix. Todo estaba listo, sin embargo, uno de ellos necesitaba sacar una gran preocupación de su mente.

—Me gustaría hablar contigo sobre algo, Ji.

Quizá fue la mirada de Minho. La manera en la que lo colocó todo en la mesa y se sentó en el sofá con las piernas cruzadas, mirando en su dirección. Quizá fue la forma en la que tomó sus manos y las envolvió entre las suyas. Sus ojos preocupados, o sus labios apretados. Quizá fue un cúmulo de todas esas cosas lo que hizo que Jisung se sintiera alerta, alzando sus muros para que sus emociones no se pudieran leer.

—La llamada que atendiste el otro día, eran tus padres, ¿verdad? —Jisung sólo asintió, con la cabeza agachada. —Puedo tener una ligera idea de qué es lo que está pasando, pero no quiero jugar a ser un adivino. Si hay una historia que debería saber, quiero conocerla por ti.

»Estos cuatro años hemos estado un poco alejados, ¿verdad? Universidades diferentes, carreras diferentes. Te he descuidado muchísimo y ahora me estoy dando cuenta de eso. Habrás pasado por dificultades y yo no he estado ahí para ti. Sea lo que sea que se haya presentado en tu vida, sé que has dado todo de ti. Te conozco lo suficiente para saber que siempre te esfuerzas al máximo. Sólo quería recordarte, en el caso de que lo hayas olvidado, que estoy aquí para ti. No voy a preguntar más, no quiero molestarte sin darme cuenta. Esperaré a que estés preparado. Si no quieres explicarlo con palabras y sólo quieres llorar, me pasaré toda la noche abrazándote. Si quieres que te deje en paz, dormiré en el sofá. Si quieres que te escuche, lo haré por horas. Lo único que deseo es que entiendas lo mucho que me preocupo por ti, y que estoy dispuesto a pasar por todo esto contigo. Siempre te apoyo, incluso cuando piensas que nadie lo está haciendo.

Los ojos del chico estaban llenos de lágrimas. Las dejó caer. Minho rodeó sus mejillas con sus manos y su corazón parecía una balsa a centímetros del borde de la cascada. En todos estos meses aguantando, nunca había caído delante de nadie.

Su cuerpo y mente se resistieron, pero Minho lo hizo ceder. Minho siempre hacía que todo cediera. Estaba demasiado cansado de intentar mantener juntos todos esos trozos que se habían rotos. Por primera vez, los dejó caer. Formaron un estruendo de lágrimas y quejidos. No importaba ahora. Dejaría que todo ese desastre de pedazos rotos descanse en el suelo mientras esconde su cara en el pecho de su amigo y empapa su camiseta en lágrimas.

Minho estiró sus piernas y colocó, con dificultad, a Jisung encima suyo. Dejó caer su espalda sobre el sofá hasta que acabaron acostados uno encima del otro. Uno, dejando todo su sufrimiento en aquel lugar. El otro, con los ojos empapados, con la impotencia de sólo poder acariciar su pelo mientras lo observa derrumbarse.

Life Mate | MINSUNGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora