-Capítulo 1-

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Y ahí estaba... Otra vez en medio del lago.

Una libreta con cubierta café era mi eterna compañera. Ahí, escribía cada frase, palabra, pequeña historia o escena, que la soledad y el aroma del ambiente me entregaban.

Amaba escuchar a los patos graznar, y ver a los cisnes nadar junto a sus crías. Todo lo que ahí pasaba, entre la naturaleza y yo, era mi inspiración y una escapada a mi mundo real, ese en el que puedo ser solo yo.

La tinta de lápiz fallaba y en mi libreta, solo quedaba una hoja en blanco. Los rayos del sol reflejados en el agua, picaban directo a mis ojos y ante la molestia, la tinta faltante y mi única hoja, decidí cerrar la libreta y pensar en lo que me traía preocupada hace ya algún tiempo.

¿Ir o quedarme?

La dulce voz de Nelly Furtado, sonaba con fuerza en mis auriculares... «I'm like a bird». Le di una rápida mirada a un pato, tratando de emprender vuelo. Gracioso. Pensé. Quisiera ser como un pájaro.

Ya había terminado mi carrera en el instituto, no era lo que quise estudiar si no, la que se me impuso, pues no tenía opción y aunque al principio no me gustaba, la terminé con cariño.

Amaba el arte, la música, pero según mis padres, eso no me llevaría a nada. Y entre tanto que pensaba si era bueno o no, el tiempo paso y opte por lo más fácil, dejar felices a todos y no nadar contra la corriente. Así, estudie lo que se me impuso.

Mi vida tranquila en la preparatoria tuvo un vuelco ese último año. A ella, llegó Roberth, de Londres. Un chico de mundo, extraño pero único. Se convirtió en mi mejor amigo, ¡Él mejor!

Cuando llegó el momento de la despedida, surgió una idea casi descabellada.

—¡Enana! ¡Vámonos de aquí! — Sugirió desesperado. Nos negábamos ante la idea, de jamás volvernos a ver.

Cada que pensaba en eso, fantaseaba con retroceder el tiempo y decir:

—¡Sí! ¡Vámonos!

Tenía 18 años, la inexperiencia, el miedo y sin la aprobación de mis padres ¿Qué podría hacer?

Pero a pesar de la distancia, nunca dejamos la amistad. Éramos como esas personas que se encuentran en la vida y se hacen eternas. Algunas tienen la suerte de encontrarse. Nosotros, tuvimos la dicha de hacerlo. Y fue así como, a pesar de la distancia, nuestra amistad creció mucho más, y aún tenía su invitación.

Así fue, que mientras le daba otra paleada al agua, terminé de tomar la decisión y dije

—Si, me voy.

No sería para nada fácil. Cuando sales de tu zona de confort ¿Qué lo es? Pensé.

Crecí en una casa llena de reglas un tanto machistas, una madre un tanto callada y un hogar con un tanto carente de cariño.

𝑪𝒂𝒇𝒆 𝒆𝒏 𝑳𝒐𝒏𝒅𝒓𝒆𝒔 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora