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El viaje desde Shibuya hasta aquel edificio grande y azul, y donde residían cerca de trescientos delanteros de preparatoria, había sido tranquilo. El chofer diría que fue silencioso, pero ella diría que fue satisfactorio al añadir sus auriculares y sus canciones favoritas. No pretendió tener un tema de conversación con quien la recogió en su departamento para llevarla a lo que sería una lección, como se lo explicó su entrenador; pero que, si le preguntaban, podría tomar como un lugar para mantenerse alejada de todo lo que comenzaba a odiar.

—Ya hemos llegado, señorita Kusanagi —informó el chofer regalándole una mirada sencilla a través del retrovisor esperando a que le escuchara.

Y no hizo falta repetir su aviso, pues la joven simplemente agradeció y bajó antes de que el joven siguiera su protocolo de trabajo abriéndole la puerta. A ella no le hacía falta tanta formalidad, esperaba ser más libre a estar rodeada de amplias paredes de un gran gimnasio donde escucharía gritos que deseaba mandar al demonio, sin poder hacerlo. Entonces, el chofer optó por abrir la cajuela del vehículo para sacar la maleta de la joven.

—Muchas gracias —la peligris hizo una reverencia y no perdió el tiempo en querer adentrarse a tal lugar solo para sentirse libre dentro de aquellas paredes de Blue Lock. Lo que fuera que la tuviera lejos de su entrenador era mejor.

—Esperaba más profesionalismo —oyó la voz de una chica que, por lo visto, también cumpliría con la labor de ser una asistente.

Supo que se refería a ella al encontrarse con una mirada que le haría pensar si veía un letreo con luces de neón rosadas o una chica que usaba lentes de contacto de tal color que la observaba con desdén al suponer que era la última en llegar, pues logró ver a más chicas con sus maletas, esperando.

Y en cuanto pisó el suelo de aquella gran instalación la voz de un hombre las llamó.

—Es un gusto recibirlas, asistentes. Bienvenidas a Blue Lock, lugar donde contribuirán al desarrollo del mejor delantero en el mundo.

—¿Ego Jinpanchi? No lo puedo creer —escuchó a una chica murmurar para otra, mostrando emoción por reconocer a tal distinguido hombre dentro del mundo del deporte.

Pero, al parecer, solo les habló para darles la bienvenida, pues enseguida una mujer castaña y mayor apareció delante de ellas portando algunas hojas. Entonces, optó por acercarse y escuchar lo que les tenía que decir, seguro que perdería el tiempo en un discurso de bienvenida y tendría que presentarse como una actividad habitual de escuela. Pero se llevó una gran sorpresa cuando la mujer fue directa. Solo dijo su nombre y cargo dentro de Blue Lock, al parecer era la gerente.

—Ahora, síganme —solicitó Anri Teirei dando media vuelta sobre sus talones.

Recorrieron varios pasillos gestándole una sensación extraña de estar en un laberinto hasta que por fin llegaron a una gran sala. Anri no tuvo necesidad de indicarles que pasaran, todas las chicas entraron y encontraron un sitio adecuado para mirar al frente y ver a Ego Jinpnachi con ambas manos detrás de su espalda, de pie y tan recto como la seriedad que sus ojos destellaban a través de sus gafas rectangulares.

—Saludos, asistentes —habló el hombre repentinamente luego de ver a la última chica entrar—. Me complace tenerlas aquí, en Blue Lock. Lugar donde colaborarán para crear al mejor delantero que llevará a la cima del mundo a Japón —entre sus manos sostenía una proyección de la copa del mundo, siendo cargada por el holograma de una persona con la playera de la selección japonesa.

—¿Cómo contribuiremos a que eso suceda? —cuestionó otra chica de lentes con un gesto inexpresivo que no parecía inmutarse ante la atención que recibía.

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⏰ Última actualización: Sep 30 ⏰

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