el secreto de alicia.

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Era cerca de las 8 de la noche en un café tranquilo de la ciudad. El ambiente olía a café recién hecho y pasteles recién horneados. Un joven, de unos veinte años, estaba absorto en su laptop, sus dedos bailando sobre el teclado mientras mordisqueaba un trozo de pastel y sorbía su café. Parecía completamente ajeno al mundo que lo rodeaba, al parecer se encontraba jugando algún videojuego.

Una chica en uniforme escolar se acercó a su mesa y, sin previo aviso, se sentó frente a él. El joven levantó la vista por un instante, la reconoció como la compañera de su hermano menor y vecina de ambos, pero decidió ignorarla, volviendo a concentrarse en su pantalla.

La chica, al notar que no le prestaba atención, comenzó a toser ruidosamente para capturar su interés. Él finalmente levantó la vista y la observó en silencio.

—¡Por fin notas mi presencia! —exclamó ella, golpeando la mesa con ambas manos—. Pensé que solo te hacías el tonto.

El joven, sin decir una palabra, tomó un sorbo de su café y sacó su celular, dispuesto a llamar a alguien. Ella frunció el ceño.

—¿No estarás llamando a mi madre, verdad? —preguntó, tomando el menú de la mesa y pidiendo algo para ella.

—Qué comes que adivinas —respondió él—. Tengo la obligación de decirle a tus padres si no estás en la escuela.

—Estoy contigo. Ellos no dirán nada y tú lo sabes. Confían en ti, así que no me dirán nada —replicó ella, con una sonrisa traviesa.

—Puede ser verdad, pero no deberías faltar a clases, y lo sabes...

—¡Ay, por favor! No quiero escuchar eso de ti también. Ya tengo suficiente con los maestros como para que tú también lo menciones. Y no quiero escuchar eso de alguien que dejó la universidad a medias.

El joven suspiró y apagó su laptop, resignado a escucharla. Había algo en su tono y su insistencia que lo hacía sentir que esta conversación no era como las habituales de una niña alegre e ignorante del mundo.

—Escucha, esto no es solo una charla de rutina —dijo ella, bajando la voz y mirando alrededor nerviosamente—. Necesito tu ayuda, y es urgente.

Él levantó una ceja, claramente escéptico, parecía que la niña que conocía hace años había madurado repentinamente.

—¿Mi ayuda? ¿Para qué? —preguntó, tratando de no sonar demasiado sarcástico.

Ella se inclinó hacia él, su voz apenas un susurro.

—No sé cómo decir esto sin que pienses que estoy loca, pero... soy una chica mágica.

Él soltó una risa breve, incrédulo.

—Claro, y yo soy Batman —respondió, sin poder contenerse.

Ella lo miró con seriedad, su expresión le hizo pensar que no mentía a pesar de lo ridículo que sonaba.

—No estoy bromeando. Es verdad, y necesito que me creas. No puedo confiar en nadie más ahora mismo.

El joven la miró con curiosidad, aunque todavía no convencido. Pero algo en su mirada, en la intensidad de sus ojos, lo hizo dudar de su escepticismo inicial. Antes de que pudiera responder, ella sacó un pequeño anillo de su bolsillo y se lo mostró. Era un anillo simple, pero el diamante en forma de corazón que lo adornaba brillaba con una luz extraña.

—Este anillo es la prueba. Hace casi un año que me volví una chica mágica —dijo ella—. Representa mi poder y mi conexión con el mundo mágico. Y ahora te lo doy a ti, porque necesito tu ayuda para protegerlo.

¡como que soy una Mahō shōjo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora