Capitulo 6

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Las cosas iban muy mal en Lakewood. Rosemary se habia escapado con su enamorado, Vincent Brown, y madame Elroy estaba indispuesta en cama con sus sales a la mano.

George se hacía cargo de las oficinas de Chicago y por la tarde-noche le seguía los andares a Sarah quien aprovechaba que el ojo inquisidor de la tía estaba lejos. A veces incluso caminaba de puntillas hacia el ala oeste donde el dormía y le hacía compañía para marcharse antes de despuntar el alba, pero eran en ocasiones contadas, justo como aquella madrugada que a pesar de no ser una de las noches más cálidas, Sarah lo envolvía entre sus brazos y sentía la tibieza de sus senos pegados a su pecho desnudo.

La escuchaba jadear en su oído, mientras sentía como su piel se pegaba a su piel, como se unían y formaban una misma masa, estar dentro de Sarah era la mejor sensación que habia conocido en toda su vida, le encantaba ver como ella le cabalgaba y le gustaba tomar el control hasta volverle loco.

Sarah se subió a su regazo y tomo su miembro entre sus manos, soltó una risita traviesa y lo condujo a la entrada de su centro, donde ya estaba muy húmedo, sensible y con necesidad del señor Villers, una vez y se introdujo en ella, Sarah comenzó a mecerse mientras movía sus caderas a la par de George quien la sujetaba con firmeza, la joven le obligo a moverse más rápido hasta que se encontró saltando sobre él y la pareja temió que los descubrieran si alguien externo escuchaba como crujía la cama del señor Villers.

— Señor Villers... — suspiro Sarah, llamando a su amante perlada en sudor después de haber culminado el acto con una gran sonrisa. — Creo que lo amo.

George quien estaba a punto de caer en un sueño profundo como acostumbraba al terminar la labor con Sarah, abrió los ojos en un segundo y la miro muy serio.

Miro a la pelirroja en su cama todavía embelesado, Sarah era increíble y su cuerpo suave lo era aún más; atrevida y caprichosa al extremo, como le catalogaran otros, George ya no podía ver sus defectos, Sarah vivía gratis en su cabeza las veinticuatro horas que tenía el día.

Pero sabía que más que tener una aventura con la sobrina de William C., la culpa le iba consumiendo lentamente, pues habia mancillado el honor de Sarah, y cuando contrajera nupcias y su rico esposo se diera cuenta que no era virgen, este la iba a repudiar.

— ¿Es que no me quieres un poquito, señor Villers? — le interrogo juguetonamente la muchacha abrazada a su pecho.

¿Quererla? George Villers desconocía tal sentimiento, pero conocía el agradecimiento que sentía por los Ardlay y todo lo que habían hecho por él. Le gustaba mucho la muchacha y el tono lascivo en su voz cuando lo llamaba señor Villers, solo para molestarle o provocarle.

— Claro, te quiero un poquito. — Bromeo este deseando poder fumarse un pitillo después del coito, y esperando que esas palabras no tomaran mucho significado.

Sarah sonrió y se recostó en su pecho, George Villers nunca bromeaba con nadie, era de lo más serio en los asuntos de la familia y en presencia de terceros solo era cortés con ella.

Aquel verano estaba resultando ser de lo más excitante en la mansión de los Ardlay, a pesar de que todo mundo estaba ausente y Sarah hacia lo que se le antojaba. De repente se le ocurrió que era más divertido estar con George que ir a la ciudad y comprar en los almacenes hasta que los pies le dolieran de caminar, o tomar té con las hijas de las amigas de su madre y presumir sus vestidos nuevos esperando que la otra sintiera envidia por ser la más guapa y mejor vestida. Con George Villers nada de eso importaba, se limitaba a hacer su trabajo y tratar con gente de todos los estratos sin dejar la amabilidad con ninguno de ellos.

Era culto sin ser pretencioso y le gustaba lo retorcido que podía ser a veces cuando estaban juntos. Curiosa, le quería preguntar más de su pasado pero el joven le decía muy poco, solo sabía que habia sido un huérfano parisino que el tío William C. habia recogido.

— Si me lo pidieras no me negaría a escaparme contigo, como Rosemary y Vincent. — dijo Sarah con una sonrisa infantil.

Rosemary y Vincent serian un problema, George aun no encontraba como contarle a su jefe sobre la fuga de su hija. Pero lo peor era lo que el habia hecho.

— Pero, Sarah, ¿Qué edad tienes? — le interrogo sabiendo la respuesta de ante mano.

— Cumpliré dieciséis el próximo mes. — respondió la joven algo enojada al notar que estaba siendo condescendiente con ella. — Mi madre ya estaba casada a mi edad, no veo que hay de malo en ello.

— Hay mucha diferencia entre tu padre y yo.

— Te estas poniendo muy pesado señor Villers...— menciono la joven con incomodidad.

— Lo nuestro sí que sería un verdadero escándalo, dudo mucho que quisieras casarte con alguien que viene de la nada, ¿me equivoco? — comento el joven casi con amargura.

Sarah parpadeo con sorpresa y poco basto para que recogiera sus cosas y se esfumara de su habitación hecha una furia, normalmente se hubiese puesto a gritar pero era muy noche y todos dormían y si ella hacia un escandalo podía despertar a todos y entonces si seria un verdadero escandalo. 

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