❝ tú eres mi hogar, Izuku Midoriya. ❞
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[🐇] Izuku es un Omega que vive con su madre en una granja que es propiedad de ambos. no estaba en sus planes el enamorarse de aquel extraño que...
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–Eijiro Kirishima—. sí, ese era su nombre. de eso estaba completamente seguro. el Omega, aún apenado por lo sucedido hace nada más que un par de horas, acercó una taza de té caliente al sitio donde el pelirrojo descansaba –el mío es Midoriya Izuku. un gusto—.
un profundo silencio los rodeo por completo; el peliverde aún lidiaba con la vergüenza, tratando de calmar sus nervios. mientras que el Alfa pelirrojo iba recobrando sus recuerdos poco a poco.
sin embargo, Izuku no quería que su extraño invitado se sintiera incómodo de alguna manera.
y para eso, tendría que ingeniárselas.
–¿cómo te sientes?—. Kirishima volteó a mirarlo casi de inmediato, ladeando su cabecita –d-de tus heridas, me refiero. ¿duele alguna?—. terminó por decir, para, acto seguido, beber un poquito de su té con sabor a yerbabuena.
el más alto, al analizar la pregunta y observar con atención su cuerpo, se sorprendió en sobremanera –wow...—.
–¿no te habías dado cuenta? ¿en serio?—. inquirió dudoso. es imposible que no se haya percatado de ello, pero tal parecía ser que así era.
el ojirubí no dejaba de admirar cada extremidad suya, tocando con delicadeza los vendajes que cubrían su morena piel –no.. no duelen—. respondió.
–...¿recuerdas como fue que terminaste atravesando el tejado de mi granero? me sorprendió que siguieras vivo después de ello—. la curiosidad le consumía, a decir verdad.
el Alfa llevó sus rojas pupilas a las esmeraldas del contrario por apenas un par de instantes, luego volvió a mirar la palma de sus manos; de pronto, su dulce aroma comenzó a tornarse amargo y la habitación volvió a sumergirse en un sepulcral silencio. no fue difícil comprender la situación.
y Midoriya, casi que en un reflejo, comenzó a negar con ambas manos y la cabeza –¡s-si no quieres o puedes contármelo está bien! ¡no estás obligado en absoluto! s-solo tenía curiosidad—. un fuerte sentimiento de arrepentimiento le recorrió el cuerpo entero.
Eijiro, con una expresión llena de nostalgia y tristeza, sonrió –en realidad, quisiera poder recordarlo. no tengo idea de lo que me pasó—. acarició cada uno de sus toscos dedos, dejando ver la punta de sus afiladas garras –no hay recuerdos bonitos antes de eso—.
