Carlos Sainz

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Noelia Jarvis

(Al rededor de 2019)

(...)


La música retumbaba en mis oídos y no me dejaba escuchar nada más a mi alrededor. Me movía al compás de la música sintiendo como alguien estaba detrás mia, acercándose a mi y realmente estaba restregándose con su ejem...

Sentí como toda esa "felicidad" que sentía desaparecía rápidamente. Empecé a caminar dejando a ese estupido atrás. Ni siquiera me giré para verlo.

Ya me habían arruinado mi extraño buen humor, porque no es como si mi vida fuera perfecta ahora mismo, moví la cabeza porque no era el sitio para ponerme a pensar en todas y cada una de mis desgracias. Porque me faltarían manos para poder contarlas.

Pero, ¿que se suponía que iba a hacer?

Era un domingo por la noche y estábamos en la fiesta más famosa de todo Mónaco. Luego del Gran Premio de fórmula 1 todo el mundo estaba aquí. Y esto solo ocurría una vez al año, así que no tenía que pensar en todas las cosas que me hacen llorar cada noche.

Me escabullí y llegué hacia la barra y pedí otra copa, me senté en un taburete esperando al camarero. Ya iba por mi tercera copa, pero no me sentía nada borracha, al revés, me sentía plenamente consciente de todo lo que pasaba a mi alrededor.

—¿Mala noche?— me pregunto el camarero.

—Algo así— hice una mueca.

Me giré a ver a todas las personas que había por allí, algunas lo daban todo en la pista, otras estaban sentadas en los sofás rojos que había, algunos enrollándose y otros fumando. En la pista pude ver a mi mejor amigo Lando, quien tenía unas gafas fluorescentes y bailaba y cantaba a todo pulmón. Me rei al instante.

Me giré y vi mi copa y casi me pego a mi misma una bofetada. Estaba en la mejor fiesta de todo Monaco, todos querrían estar aquí y, ¿hola? Estaba aquí deprimiéndome como una idiota.

Me obligue a mi misma a sonreír y darle un sorbo a mi copa.

—Esa cara está mejor, pásalo bien.

Le di una sonrisa sincera a él camarero y me bajé del taburete con intención de... no se, de hacer algo.

A lo lejos pude ver a Max, que me hizo una seña para que me acercase a él, lo iba a hacer cuando vi que alguien me cogía de la mano y me agarraba a las oscuridades.

Que exagerada, estaba yendo a un pasillo en el que apenas había gente, o si las había estaban en el suelo durmiendo o reflexionando sobre su vida. Oye, podría estar haciendo eso y la verdad que no me vendría mal. Aunque acabaría llorando y probablemente teniendo una de mis peores noche, pero ¡oye! La vida es increíble.

Me fijé en la persona que me estaba arrastrando y quise preocuparme cuando vi que solo era Lidia. Si, mi perfecta hermana Lidia.

Aunque solo me sacaba dos años, parecía que éramos gemelas, nos parecíamos en todo. En el pelo rubio, teníamos casi la misma altura, aunque ella era mucho más alta que yo, casi el mismo cuerpo, aunque ella era más delgada que yo y por supuesto que mi madre nunca se olvida de repetirlo. Parecemos gemelas, quitando el hecho de que sus ojos son marrones y los míos verdes. Aunque cualquiera que nos mire ahora en la oscuridad diría que somos iguales.

—¿Como estoy?— dijo en su típica irritante voz.

—¿Bien?— dije sin entender muy bien la pregunta. Ella no solía preguntarme a mi ese tipo de cosas, para eso estaban sus perfectas amigas, ejem... más falsas que un billete de tres euros.

One shots f1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora