Capítulo Único

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—Es agotador ¿Cierto?—Rhaenyra sujetaba con fuerza a Alicent quien empuñaba la daga de su propio padre—Tener que fingir esa amabilidad, ese temple...Ahora todos te ven como lo que eres.

—Alicent es suficiente—Otto habló con dureza para que su hija se alejará y por fin soltó la daga de acero valyrio ensangrentada con la sangre de la princesa.

¿Ahora es suficiente?¿Ahora?

No fue suficiente cuando la obligaron a casarse con un hombre mucho más mayor que ella.

No fue suficiente cuando tuvo que tener hijos como una coneja.

No fue suficiente cuando la obligaron a alejarse de todo lo que la hacía feliz.

No fue suficiente cuando la perdió a ella.

Pero ahora que su hijo había perdido un ojo y la que amenazaba sangraba ,todo era suficiente.

—No te preocupes por mí madre, he perdido un ojo pero he ganado un dragón.—La reina se giró para ver a su hijo completamente horrorizada por lo que acaba de decir Aemond, este estaba sonriendo.

Salió de la sala del trono bajo la mirada de los Velaryon y todos los Targaryen, no dejó que Sir Criston Cole la siguiera, necesitaba estar sola así que acudió al único lugar donde no sería molestada: La pequeña capilla de los siete.

Se arrodilló y dejó caer su cabeza en la talla de madera, porque en estos días lo único que l quedaba a la reina era su propia fe.

¿Cómo he acabado así?  se preguntó antes de empezar a derramar lágrimas.

He criado a mis hijos tan mal que uno parece contento de perder un ojo por tener un dragón, el otro es un borracho sin remedio, al más pequeño lo he mandado fuera de la ciudad y Helaena era tan pura para un mundo tan negro, al que yo mismo había contribuido.

—¿Cómo nos hemos perdido tanto Alicent?—La voz de Rhaenyra no sonaba con la misma dureza que antes, es más, sonaba triste.

La de cabellos castaños no habló pero hizo algo mucho más significativo, rompió a llorar de rodillas ante la heredera al trono de hierro, agarrándose de las faldas de su vestido como un niño pequeño a su madre. La rubia se arrodilló en el suelo y cogió las mejillas de la reina.

—Quiero volar contigo en Syrax.—confesó con la voz rota sintiéndose humillada—Quiero estar contigo Rhaenyra, estoy harta, estoy cansada... Lo siento tanto ,lo siento tanto. He dejado que los deseos de mi padre me destruyeran

—Alicent, está bien—la consoló acariciando con cariño sus mejillas.

—Lo siento, tu brazo...Lo siento —la de ojos verdes no podía parar de llorar y disculparse. Cogió el brazo que había herido y lo acarició antes de besar aquel corte.

Los ojos violetas de la princesa se clavaron directo en el corazón de la reina, por un momento ambas olvidaron a sus hijos, el trono de hierro, los dragones, la corona, lo que eran y unieron sus labios ante la atenta mirada de otro Targaryen.

—Que caprichoso es el amor —murmuró Daemon con el semblante triste. Sabía que su sobrina llevaba enamorada de Alicent desde siempre y se marchó, queriendo que tuvieran algo de intimidad —siempre nos hace enamorarnos de quien no debemos.

Y era verdad.

Ambas mujeres lo sabían, que aquel beso sería lo único que podrían tener nunca, que aquellas caricias que iban a compartir esa noche sería su despedida porque para ellas todo estaba perdido pero no para sus hijos.

—Te quiero.—murmuró Alicent mirando con adoración a Rhaenyra después de separarse de aquel beso tierno.

—Yo también, yo también.—bajó sus manos hasta la cintura de la castaña para acercarla lo más posible a su cuerpo.—No quiero que esto acabe.

—Yo tampoco.—susurró en sus labios antes de volver a juntarlos.

Aquella noche solo las velas y los dioses fueron testigos del amor de las dos mujeres más importantes de los siete reinos. Pérdidas en la piel de la otra ignoraron todos los problemas que habían tenido en todos esos años, solo estaban ellas y por fin Alicent, de la mano de Rhaenyra, se sintió amada, respetada y satisfecha.

"Así se sentía cuando haces el amor con alguien a quien quieres" pensó Alicent tras su segundo orgasmo reposando su cabeza en el cuello pálido de la rubia antes de besarlo con cariño.

—Mi Alicent, mi dulce y preciosa Alicent. —susurró con cariño antes de besar su cabeza

—Solo tuya.—contestó adormilada antes de cerrar los ojos.

—Vamos a mis aposentos, no quiero que enfermes. —habló moviendo su hombro para que no se durmiera—Iremos por los pasadizos.

—Gracias mi princesa, pero tú también puedes enfermar. —dijo colocándose el vestido de forma correcta.—Pero debo negar su propuesta.

Allí estaba de nuevo, el tono formal que delataba que su amorío ya había acabado, Rhaenyra negó con la cabeza imitando el gesto de colocarse el vestido antes de volver a acercarse a la Hightower para tocar con su pulgar sus labios entonces los volvió a besar.

—Lo arreglaré, de alguna manera lo haré.—aseguró Alicent con los ojos llorosos cogiendo las manos de su princesa—¿Crees que podré volar contigo en algún momento?

—Cuando sea reina podrás volar conmigo siempre pero necesito que me hables con sinceridad.—cogió algo de aire—¿Por qué te casaste con mi padre?

—Porque mi padre lo pidió y necesitaba que él fuera feliz después de lo de mi madre, él parecía tan miserable.—contestó agachando la cabeza pero ella estaba siendo sincera.

—Y en el proceso te volvió miserable a ti Alicent.—apuntó besando su cabeza antes de abrazarla para darle algo de consuelo—Voy a casarme con Daemon, así mi ascensión al trono no será tan discutida.

—No lo hagas y haré todo lo posible y más para que no tengas ningún problema con la sucesión.—suplicó Alicent clavando sus ojos verdes en los violetas de la princesa—No quiero perderte, no...

Entonces la reina fue consciente de algo triste al ver aquella mirada de la Targaryen, ellas no se pertenecían, no en esta vida, no en el reino. Los dioses unieron sus corazones como un castigo divino, había un trono de por medio, hijos, padres... Todo en contra de ellas y ambas estaban muy cansadas para luchar.

—Mereces algo más que amor a escondidas mi reina.—Ahora fue el turno para que la voz de Rhaenyra se volviera temblorosa.

—Ambas lo merecemos.

La de ojos verdes se separó de los brazos de la que fue su mejor amiga en la infancia a la vez que su único amor sincero, sin mirarla se marchó con el corazón en el puño deseando que Rhaenyra la llamará porque aunque no sería capaz de abandonar a sus hijos, la quería a su lado, quería reinar a su lado.

—Ahora entiendo porque liberas a mi hijo.—Rhaenys, la reina que nunca fue, apareció sosteniendo una manta—Quieres que tenga la oportunidad que tú nunca tendrás.

—Y aún así, la gente no me verá nunca como una reina.—confesó con una sonrisa aceptando la manta mientras se acercaba a la mujer.

—Para mí ya eres una excelente reina.—Por primera vez en toda su vida estaba recibiendo un halago sincero por parte de aquella mujer y se sentía muy bien.

Los años pasaron, Alicent mandaba cuervos todas las semanas a DragonStone para mantener informada a Rhaenyra de todo lo que sucedía, la princesa acudía todos los meses a los consejos ganándose el favor de los lores y comprometieron a Jacaerys y Helaena tras romper el casamiento de esta con su hermano Aegon.
Se evitó una guerra civil, una reina fue coronada y un rey fue enterrado, los dragones siguieron existiendo pero las reinas no eran felices ni nada cerca de ese sentimiento ya que ambas se obligaron a ignorarse por el bien de la otra y de sus familias.

El bien mayor sobre el bien individual, eso era lo mejor pero en lo profundo de sus corazones hubieran deseado ver arder el mundo con tal de estar juntas y volar con Syrax hasta el fin de sus días.

¿Cómo nos hemos perdido tanto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora