Christopher jamás pensó encontrar a alguien que lo entendiera tan bien cómo Minho lo hacía. Él era un escape de su realidad, su padre y destructor de su soledad.
Antes de darse cuenta, su corazón tenia dueño, y Christopher descubre que eso no siemp...
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—¿Irás al festival?
Preguntó el pelimorado, esa mañana, mientras estaban en la azotea - como ya era costumbre-.
Se encogió de hombros sin dar una respuesta específica, no le veía sentido ir, pero tampoco quería ir a su casa. Sabe que su padre odia esos festivales, está seguro de que no querrá salir y se quedará en casa, solo... respirando.
Lamentablemente.
—¿Quieres...ir conmigo?
Volteó a verlo, notando lo tenso que estaba, con su vista pegada al suelo.
—Como sea—respondió, tratando de sonar relajado mientras calmaba los latidos desenfrenados provenientes de su pecho, o al menos lo intentaba.
Minho levantó la cabeza, emocionado, sabiendo que aquello significaba que aceptaba.
Iba a responderle, pero se quedó hipnotizado con la vista que tenía del rostro de Christopher. siendo iluminado por el sol de la mañana, haciendo parecer su cabello de un color dorado y proporcionándole más brillo a aquellas avellanas que tenía por iris.
Era realmente hermoso.
El rubio miraba hacia el frente, parecía tener una afición con el paisaje, así que no se daba cuenta de su mirada, o tal vez si lo hacía e ignoraba el hecho.
Su cara seria le hizo apretar los labios con inconformidad, segundos después, un bombillo imaginario encendiéndose en su cabeza.
Tenía una meta para esa noche y la iba a cumplir, costara lo que costara.
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