Capítulo 2.

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Está sonando Señorita de Camila cabello ft. Shawn Mendes.

Ashel Smith.

El enojo junto a la vergüenza me hace darle un leve golpe a Jackson en la nuca, él en respuesta sigue riéndose, lleva unos cuantos minutos en ello, desde que mientras corríamos por el parque me tropecé con una piedra y básicamente rodé por todo el césped, pero me levanté con rapidez y asegure con convicción que no me dolió, pero para ser honesto, me di en toda la madre.

Lo que más me molesta es que Jackson no está riéndose como normalmente lo hace, no, él está carcajeandose por completo, cómo si la risa le saliera de lo más profundo del alma, en cualquier momento se le sale un pulmón por la boca. Además de que me excuse diciendo que no había visto la piedra, y me llamó miope, y no es que sea mentira, pero me ofendió muchísimo.

—Jackson, si sigues haciendo tu papel de imbécil voy a tomarme la atribución de patearte la cara.—Digo sin dejar de ver el piso, no vaya a ser que me choque contra algo y ruede otra vez, porque ahí si que mí mejor amigo se va a burla toda una vida.

Su histérica risa cesa unos segundos después y respira profundamente.

—¿Pero por qué estás tan agresivo? Me ofendes.—Reprocha, totalmente indignado.

—¿Yo te ofendo? ¡Me llamaste miope!—Me quejo.

Levanto la mirada, buscando mi auto que recuerdo haber dejado estacionado en alguna parte de aquí.

—Pero lo hice con cariño, Ashel. Eres mi miope.—Su mano me revuelve el cabello y lo alejo con un golpe y un "shh, échate para allá"

«—¿Ves que si me tratas mal?

Jackson cómo ya había mencionado antes, es mi mejor amigo, y para que quede claro si tengo un ligero problema con la vista, y casualmente su padre era mi oftalmólogo. Recuerdo que en una de mis consultas, la primera, de hecho, mientras esperaba ser atendido; Jackie de dieciséis años, más flacucho pero igual de fastidioso se sentó frente a mí y con toda la seriedad del mundo me dijo:

Mi papá puede saber si alguien lo mama o no.

Entrecerre los ojos, intentando adivinar si mentía o no, pero se veía demasiado convincente.

—No te creo.—Respondí de igual manera.

—¿Viste al tipo que salió hace unos veinte minutos? Ya le sé sus  más profundos secretos, mi padre me lo contó todo, así que si tú lo has hecho voy a saberlo también.

No es que me preocupara si sabían algo o no, porque de todas formas nunca había hecho algo como eso, ¿Pero y qué tal si se equivocaba y decía que sí?  Me iba a dar un infarto.

—Pero si solo va a verme los ojos.

—Los ojos son las ventanas a tu alma pecadora, ¿No sabías?

Desde ese día cada vez que iba a alguna revisión Jackson se sentaba a mi lado en la sala de espera y me contaba algún chiste malo que me hacía verlo con los ojos a medio cerrar mientras él casi se meaba de la risa con su propio chiste, llegué a pensar que tenía esquizofrenia. Con el paso de los días formamos una amistad que se ha mantenido hasta este momento, ya no puedo quitarmelo de encima, es como una garrapata, pero lo quiero mucho.

Ahora estamos discutiendo de nuevo porque me dejó buscar el auto por 5 minutos y cuando casi me pongo a llorar porque pensé que me lo habían robado fue que hizo su buena obra del día al decirme que lo había estacionado al otro lado del parque.

—Ya, Ashel. Cada día estás más amargado, cómete un dulce o algo.—Se sienta a mi lado, en el asiento del copiloto. Arranco el auto sin responderle.

Un café y un piojosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora