Cap 1: Giles

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-AÑO 427 A.C- GRECIA-

El joven sentía una fuerte presión, kilos de fuerza cayendo sobre su pecho y adormeciendo sus extremidades, rodeado nada más que por densa oscuridad como si en una cueva se encontrara, el sonido de los pasos resonaban con un tintineo metálico, como si forjados en hierro se tratasen, cada paso dejando un eco rítmico que reverberaba en la cabeza.  De entre la marcha distante, se distinguía un clamor, cantidades de gritos que generaron un tenso nudo en la garganta. No podía moverse, aunque lo intentase no podía girar nada más que su cabeza. La presión aumentó, así como el eco, impidiendo distinguir lo que fuere que se hallase detrás de las retorcidas sombras que reposaban en una densa nube negra.

Volteando a su derecha, el brillo de sus marrones ojos buscaba distinguir algún color distinto a la negra oscuridad, notando nada diferente. Sin embargo, su olfato captó el metálico olor de la sangre, siguiendo con la mirada aquel sensación morbosa sus ojos se agudizaron para percatarse de un rostro emergente. Un río de sangre recorría la cabeza de la figura cubriendo casi el total de sus facciones, sin embargo, el muchacho podía distinguir que era una mujer. A pesar de sentir su presencia familiar, no se dejaba reconocer. 

A su izquierda los gritos se intensificaron, observando las espesas nubes él reconocía las formas que estas trataban de mostrarle, una ciudad gigante, un hombre en lo alto del balcón izando una bandera cubierta del rojo sangre, gritos resonaban en el escenario, pero estos no se distinguían del todo, podrían ser de una victoria, o de sufrimiento.

"¡Giles!" el rostro llamaba a la derecha y el eco ocasionaba un fuerte dolor de cabeza.

"¡Giles!" Otra vez, la confusión y el dolor hacen que voltee en todas las direcciones y que sin darse cuenta empuñe fuertemente el mango de una espada. Una ira extraña empezó a invadirlo.

"¡GILES!" El último grito resonó fuertemente en su oído derecho, sacándolo del escenario con violencia.

Abriendo sus ojos bruscamente, volteó hacia la derecha de la cabecera, abordado por la confusión, ahí se encontraba una mujer con ciertas facciones de preocupación cubriendo su rostro, probablemente a causa del despertar tan abrupto. "¿Mamá?"

"Te retorcías mientras dormías, encima estás todo sudado!, Pensé que sufrías una posesión..." La mujer soltó un fuerte suspiro aliviando su preocupación.

"Estoy... bien, solo fue un sueño movido. Ya me levanto." Giles se sobó los ojos con las manos y luego observó a su madre. "¿Necesitas que te ayude en algo?" Preguntó mientras movía a un lado la cobija de pelaje que cubría su cuerpo. "Tal vez me podrías ayudar con el almuerzo, tu padre trajo un venado esta mañana, puedes prepararlo como te plazca." Ella respondió con una suave sonrisa, a pesar de las ojeras y su cabello negro bastante desordenado, clara indicación que no había conciliado bien el sueño, la mujer trataba de mantener esa sonrisa. Sin decir nada más, se retiró del cuarto.

Levantándose con molestia, Giles se colocó sus sandalias y salió del caluroso cuarto, a pesar de tener ya 16 años, el cuarto llevaba un tono demasiado opaco y una sencillez que rosaba una modestia innecesaria, unas cuantas paredes vacías acompañadas de repisas sin nada exótico ni de valor, solo pieles viejas y algo de cerámica sencilla para no darle un aspecto tan deprimente, sus padres lo quisieron así, sumado a eso un par de vanos pequeños era lo único que daba flujo a la ventilación, lo que hacía el calor insufrible en los veranos. Un par de rayos de luz en forma rectangular eran lo único que llegaba a iluminar la rústica cama, sumado a un calor que el muchacho asemejaba a una herrería, hacia de su hogar un lugar bastante incómodo de habitar. Aunque las esperanzas de cambiarlo nunca desvanecen.
Sin quedarse mucho más tiempo, Giles recogió lo más preciado que tenía en su cuarto, un brazalete recubierto con un caduceo, obsequiado su madre de un lugar bastante especial.

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