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Prólogo:

Sentado frente a la fogata en su habitación. El pequeño tocó la larga herida en su rostro. Sintió su carne doler y delineó el hilo de los puntos echos por el maestre.
Imaginó cómo se vería en esos momentos. Un ojo hinchado por el corte y el otro por tanto llorar. Estaba siendo patético, se sentía cansado y avergonzado; quería odiar a sus sobrinos, aborrecerlos por arrebatarle su ojo, por dejarlo así.

Era tan difícil.

Recordó aquellas tardes donde ambos niños buscaban hojas y flores para diseccionarlas. Atrapaban insectos y coleccionaban rocas. Todo aquello se había terminado.

Aunque consideraba más valioso tener Vhagar como su dragón que la vista de su ojo derecho.
Después de llegar de la casa Velaryon, se disculpó con su madre por el escándalo, pero se lo negó, agarró su rostro dándole un beso en la frente y le prometió que no quedaría en el olvido tal tragedia. Lo comprendió. Su madre haría todo lo posible para vengarse, y llenarlo de odio contra su familia.
En cambio su hermano, no le dirigió la palabra en todo el viaje y se encerró en su cuarto cuando llegaron.

Para Aemond solo pasaba en una cosa por su cabeza. Esa noche su enojo cegó su juicio y actuó como un estúpido. Golpeó a sus sobrinas y asustó a Lucerys. Mierda, el pequeño solo estaba defendiendo a su hermano, y el rostro de miedo del menor lo perseguía como fantasma. Eso lo hizo sentir aún peor, tapó su rostro con sus manos y se escuchó un sollozo.

El dolor que sintió cuando aquella navaja cortó su rostro fue inexplicable, horrible. Aún recordaba cuando miró a su sobrino menor de reojo, este lo vió sorprendido y corrió a abrazar a su hermano.

Había sido cuestionado por su propio padre. Y hasta reprimido por haberlos llamado bastardos. Porque eso eran, unos malditos bastardos. Hijos de otros hombres, quienes habían compartido infancia, practicado y jugado con él.
Sabía que el único culpable de sus bromas contra su persona era su hermano, siempre había sido Aegon. Ellos solo eran ingenuos ante la insistencia del mayor. O tal vez eran conscientes, pero no podía odiarlos.

Se odiaba a él mismo, por ser tan sensible y no manifestarse. Hacerse respetar. Ser un hombre.

Soltó un suspiro y se levantó para acostarse en su cama. Pensó que su habitación y los brazos de su madre tal vez eran los únicos lugares donde se sentía a salvo.

°
10 años después:

Aemond se encontraba practicando con Sir Criston cuando vió de reojo a sus primos. Sintió su pecho detenerse cuando cruzó miradas con su atacante. Era obvio que creció, pero aún así le sorprendió no ver aquel niño de rulos y cachetes gordos.

Lucerys en cambio sintió que se le escapó el aire. El parche al lado del ojo penetrante de Aemond lo hizo mirar a su hermano en busca de protección, pero este lo miró igual de sorprendido. Su pelo había crecido, estaba más alto y sus facciones maduras. Ya era un adulto, y él se sintió pequeño a su alrededor.

El peliblanco hizo unos cuantos movimientos y terminó apuntando a la garganta del guardia. Este se levantó agotado y lo felicitó por la victoria:

-Bien echo, mi príncipe. Va a ganar torneos muy pronto.

-Me importan una mierda los torneos. -le contestó y miró a los jóvenes apuntándoles con su espada- Sobrinos. -miró directamente a Lucerys quien suspiró pesadamente y se dió la vuelta para dejar su espada-¿Han venido a entrenar?

Jace rápidamente se colocó adelante de Luke que desvío la mirada. Y antes que contestaran se sintieron las puertas abrierse dándole la bienvenida a Vaemond Velaryon. Los hermanos estaban por irse cuando sintieron la autoritaria voz de su tío.

One Shots - Aemond Targaryen x Lucerys Velaryon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora