El principio

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Es imposible imaginarlo hasta que sucede. No se conoce tal sensación hasta que un ser querido deja este mundo.

Te das cuenta que la vida está llena de cosas insignificantes, y en este punto
las diferencias en dos tipos: las cosas que parecen insignificantes y las cosas
que realmente lo son.
La primera es la peor, es el anhelo, es el recordar pequeñas cosas; palabras de
amor, abrazos y sonrisas, que ahora parecen tan ínfimos y lejanos que
lentamente se marchitan en la memoria. Pero que son fundamentales para continuar.
Y la segunda, la empezas a despreciar, te carcome el interior y te hace arder
en furia. ¿Por qué discutí por esa estupidez?, ¿no podía haberlo dicho de mejor forma?, estas y más preguntas te haces a diario, recordando cada pelea,
discusión o mal hablar que tuviste con esa persona.

Duele en el alma y te apuñala el pecho como si un agujero negro se tragara poco a poco tu corazón.
Y todo eso hay que dejarlo ir.

Es irónico y contrario a todo que, con la ausencia y vacío que dejan, uno sienta
tantas cosas caóticas en su interior.
La existencia de uno mismo cambia
completa y radicalmente para siempre. La lucha por mantenerse a flote es
exhaustiva a más no poder cuando ahora sentís un dolor agónico y, dentro de un rato, sentis una nostalgia tan embriagante que no sabes si podes escapar de ella.
De un segundo a otro, recorren tu cuerpo miles de sensaciones y
sentimientos encontrados, imposibles de controlar o evitar.

Intentas camuflar tu sentir, a vista de todos estas bien, sos de hierro. ¡Qué
fuerte qué es!, dicen algunos, pero no saben nada.
No saben que te caes a pedazos, que te duele el alma de estar juntando cada
parte de vos para poder rearmarte, sin caso, porque te volves a romper una y
otra vez, con cada dia que pasa, te rompes en pedacitos más pequeños que son imposibles de volver a juntar y van quedando en el camino. Ya no sos vos.

No encontras forma de no ahogarte en lágrimas y recuerdos, el nudo en la
garganta te acompaña todos los días.
A veces, se va por segundos pero te
acordas de esa persona y vuelve acompañado de la culpa; no te podes olvidar de lo que paso y te lo recalcas un millón de veces, ¿como pude olvidarte?, no podes hacerlo y punto.

Es triste sí, recordar los buenos momentos pero más triste es seguir como si nada hubiera pasado. Pues la vida sigue y te arrastra con ella. No le importa si podes o no seguir, ella te cincha, y te golpea una y otra vez, para que reacciones.

Peor aún, cuando pasa una tragedia y el sobreviviente continúa, como si no
pasara nada. Se esfuerza en seguir adelante, en luchar por lo suyo y por hacer orgulloso a alguien que ya no existe. Entonces se pierde en sí mismo, deja todo de lado y se enfoca en que tiene que estar bien.
Llorar no sirve si queres triunfar.

Pero ¿y ese triunfo cuál es? ¿Cuál es esa meta que tanto anhela llegar? Ni lo
sabe, solo quiere ir para adelante, sin pensar en su alrededor porque sino se
vienen abajo y eso jamás puede pasar. Se siente mal, por supuesto, pero no lo
demuestra, no puede. Sino ¿quien se va a hacer cargo de las cosas?

Ya llegará el momento de lidiar con la pena, aguanta y resiste. El cuerpo va
pasando factura pero no podes derrumbarte ahora con todo lo que has luchado y aguantado. Pensa en tu familia, ellos están mal también y alguien tiene que hacerse cargo.

Ese es el peor sentimiento, te culpas por algo inevitable y a cambio de eximirte de la supuesta culpa, tomas todo el asunto en tus manos y poco a poco el dolor se hace uno contigo y no conoces nada mas que eso, sabes que lo unico que te acompaña va a ser el dolor y la culpa y lamentablemente aprendes a vivir con ello.
Hasta que te consume por completo.

El llorar del duelo por fin llega. Pero lejos de sentirte mejor te hace sentir peor.
Llorar por un recuerdo, por una caricia, incluso por un enojo. Se siente tan
vacío, tan mentira, tan lejano.

Solo queda esperar a que con el tiempo,el dolor y la agonía mengüe, y ojalá sea más temprano que tarde.

El vacio que dejasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora