Soledad

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Noches de depresión infinita que dan
paso a lágrimas silenciosas.
Mi cuarto, oscuro, se inunda de gritos
mudos, donde mi única compañía es la
soledad.
Soledad a la que estoy acostumbrada.
Ella es mi confidente, quien me escucha
y aconceja silenciosamente.
Cuando necesito desahogarme ella me absorbe en su inquietante compañía.

Días de sonrisas falsas y fingida felicidad. Rodeada de personas, pero aún sola. Mi cuerpo físico se pierde en el mar de gente, más mi alma vaga sin rumbo alguno por el océano infinito de los pensamientos.

Estoy cayendo, profundo, no paro. Mi
alma se desarma, se cae a pedazos. El
dolor se abre paso por mi cuerpo, por mi mente hasta que sale de mi en forma de lágrimas.

Sigo cayendo, no paro. Me estremezco
al sentir el frío de mi corazón, que viaja
por mis venas impulsado por mezquinos latidos, arrastrado por la sangre. Se mezcla con mis músculos dejándolos tiezos, sin movimiento.

Caigo, no paro. Mis extremidades se
entumecen, no siento mis dedos. Un
escalofrío recorre mi columna, duele.
El frío y la soledad me absorben por
completo, lentamente todo se vuelve
oscuro, no veo.

No dejo de caer, no paro. Soy incapaz
de percibir sonido alguno. Me cuesta
respirar, me ahogo, pero sigo con vida,
sigo sufriendo.

A un segundo de tocar fondo dejo de
llorar, no sirve de nada, no hay vuelta
atrás.

Finalmente caigo, un golpe fuerte más no duele. Ya no veo, ni escucho, ya no siento nada.

Estoy muerta en vida y la soledad me abraza.

El vacio que dejasteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora