Juliana se encontraba dando vueltas en el sofá mientras una gran tormenta azotaba afuera, el lugar se iluminaba constantemente por los rayos, el sonido de los fuertes truenos y el viento en los tejados la ensordecían, pero nada lograba acallar la tormenta que también se libraba en su corazón. Tenía mucho miedo y no precisamente a los truenos, a ellos había dejado de temerles desde muy niña, pues cuando corría a la habitación a refugiarse en los brazos de su madre Lupita, era su padre, el Chino, quien la devolvía al sofá de nuevo, "porque algún día no habría nadie y ella tendría que aprender a afrontar todo sola", así que la pequeñita pelinegra se acurrucaba con nada más que su manta y llorando pronto dejó de temer, porque también se dio cuenta que habían muchas más cosas malas que un estruendo en la noche. Y precisamente aquella, en la que el corazón le dolía, supo que de niña tuvo mucha razón, habían cosas peores a las que tener miedo, pero ella ya no quería sentirlo más, anhelaba con todo su ser tener el coraje y la valentía de cambiar su vida, de atreverse a soñar, de creer que podría tener oportunidad de un mejor mañana, uno lejos de los maltratos y peligros que corría con su padre, uno lejos también de los desplantes de su mamá, la mujer que debía cuidarla y protegerla, pero que al final del día la dejaba siempre de lado, en un segundo plano.
La chica de ojos cafés se revolvió por milésima vez en aquel sofá y se acomodó hacia la ventana, observando aquel paisaje tenebroso y justo antes de caer vencida ante el acogedor mundo de los sueños logró ver una luz, tan rápida que apenas si la alcanzó a registrar, su mente no estaba lo suficientemente consciente para pedir un deseo, pero su corazón, ese tormentoso y doliente órgano siempre estaba despierto y para él sí que contó...
Juliana se despertó al otro día con una sonrisa en la cara, con paz en su alma y sin un grito del Chino de por medio.
Azul.
Eso era todo lo que recordaba.
Había soñado con los ojos más hermosos del mundo y eran de un color azul que no creía posible que existiera, pero eso no era todo, su mirada... ¡Dios! De solo recordarlo se le ponía la piel de gallina, eran como la puerta a un universo nuevo y miles de constelaciones se escondieran en aquel océano que la invitaban a sumergirse por el resto de su vida y las que le faltaban por vivir. Además, la miraron fijamente y la morena sintió como si le hicieran un escáner a su alma, llegando hasta lo más profundo de su ser, desarmándola... pero no se sintió frágil o expuesta, no sabía cómo explicarlo, pero deseaba volver a estar bajo ese fuego azul, siendo llenada por su luz.
Aquel día llegó a la prepa sintiéndose diferente, más fuerte, más valiente. Pensó que era un poco tonta por atribuirlo a su sueño, pero es que en serio era lo que sentía.
Estaba en el último año, todos sus compañeros o la mayoría estaban con los sueños a flor de piel, aplicando a distintas universidades, con las ganas de comerse el mundo, pero Juliana no. A lo máximo que aspiraba era a conseguir un trabajo cuando se graduara e irse de la casa de sus padres, pues varios años antes se permitió soñar, la vecina que la cuidaba desde niña le había enseñado a coser y ella poco a poco sintió la pasión de crear, de diseñar, su cabecita se llenó de mariposas, unas que después el Chino y Lupe se encargaron de matar una a una con sus comentarios "realistas", pero hoy, ahí estaba, frente a unas chicas pidiendo información sobre una universidad en la Ciudad de México que incluso daba becas completas para estudiar diseño de modas... Nada perdía con intentar, ¿cierto?
Blanco.
Esa noche volvió a soñar, no con ojos azules, sino con la silueta de una mujer que le daba la espalda y estaba a contra luz del sol, vestía de blanco y su figura era perfecta, armoniosa, como si de una diosa se tratase y si a Juliana le dijeran que lo era, no tendría la menor duda en creerlo. Su cabello era castaño y le llegaba a la cintura, se movía suavemente al compás del viento, dejándole ver que tenía unos rayos dorados como si fueran oro, estiró la mano para tocar aquella obra de arte y
ahí despertó.