Pov Val
Valentina se encontraba pensando seriamente si publicar en sus redes sociales que cada quien tomara dos animales de cada especie porque se sentía en el apocalipsis, de verdad que el diluvio que estaba cayendo no era normal. Su habitación se iluminaba constantemente como si estuviera en sesión fotográfica y su cuerpo se estremecía con cada trueno, tomó la botella que estaba en la mesa de noche y sirvió una copa que se bebió al instante para entrar un poco en calor.
Tenía frío por la lluvia y en general siempre lo sentía... Sus ojos se mostraban tormentosos, reflejo de todo lo que su alma vivía. Estaba sola y no solo en sensación, era una realidad con la que se despertaba cada día.
Suspiró tristemente mientras tomaba otra copa y los océanos que adornaban su rostro se desbordaban por sus mejillas, los recuerdos la empezaron a asfixiar y se abrazó a si misma mientras en su mente se repetían esos capítulos de su vida que tanto le dolían... Una pequeña niña, tan hermosa como una muñequita, lloraba desconsolada preguntando a su padre por qué su mamá se había dormido y ya no había vuelto a despertar, ya no jugaba con ella, no iba a arroparla en las noches y a leerle sus cuentos favoritos, ya no iba en las mañanas a peinarle el cabello como el de una princesa, ya no tenía más el refugio de sus brazos, su lugar seguro. León, su papá, le dijo que a su madre le habían salido alas, voló al cielo y ahora estaba con Dios. Le llevó unos cuantos años entenderlo y constantemente se preguntaba por qué no usaba esas alas para bajar a verla, también se quedaba hasta altas horas de la noche observando el cielo, ver la luna y las estrellas la hacían sentirse más cerca de su mamá y más lejos de la pesadilla que vivía a diario, pues sus hermanos habían dejado de jugar con ella y no le prestaban atención, su papá todo el tiempo estaba en el trabajo y ya no lo veía. Sola, estaba sola.
Hasta que en cierta etapa del inicio de su adolescencia su familia llegó con una "maravillosa" idea, la vieron deprimida y no pensaron en otra cosa que en enviarla lejos... Si, a estar aún más sola. Así que a partir de entonces su hogar era un internado en Canadá y allí estaba, como un animalito herido lamiendo sus heridas, viendo la lluvia en la ventana a la par que en ella también llovía, logrando obtener una hermosa sonrisa entre lágrimas, pues lo último que vio antes de quedarse dormida fue un rayo de luz atravesando aquella noche sombría.
Negro.
La lluvia se había trasladado a su sueño, pues estaba en un lugar igual de tormentoso que dónde se quedó dormida, pero también era oscuro y daba esa sensación de ser una casa, pero no un hogar. Observó un viejo sofá junto a una ventana y un bulto que sobresalía de él, ¿Había alguien durmiendo allí? Se acercó con sigilo y entonces el aire se le quedó atorado en la garganta... era una chica. Abrazaba su manta como si su vida dependiera de ello, su cabello negro como la noche caía en cascada por su rostro, tapando de manera artística su perfil. Valentina se asustó, ¿Qué era eso? ¿Dónde estaba? ¿Por qué estaba sintiendo todas esas cosas? Y es que la verdad un cúmulo de sensaciones habían atravesado su cuerpo, sentía unas inmensas ganas de acercarse, rodearla con sus brazos y protegerla, que no se aferrara a su manta sino a ella, decirle que todo iba a estar bien.
Estaba ensimismada viéndola dormir hasta que de repente aquella chica sonrió, el lugar se iluminó y Valentina no pudo evitar hacerlo también. La primera sonrisa real que daba desde hace mucho mucho tiempo y quiso meterse en sus sueños, ser también la causa de su sonrisa. Fue acercando levemente su mano para acariciarla y antes de lograrlo despertó.
Todo el día se sintió rara, haciéndose mil y un preguntas que lastimosamente no tenían respuesta, pero cuando recordaba aquella sonrisa su corazón latía emocionado, no pudiendo controlar su sonrisa también.
Al terminar las clases los imbéciles de sus "amigos" la invitaron a escaparse del internado para ir a una fiesta. Valentina era consciente de que ellos solo estaban por conveniencia, porque ella siempre pagaba los tragos y su apellido Carvajal era de gran peso por si los descubrían, además estaba Charles, quien solo quería llevarla a la cama y estaba agotando sus últimos intentos ya que pronto iba a ser la graduación. La ojiazul estaba de acuerdo en estar con ellos porque pensaba que era mejor eso que nada, estar bailando y bebiendo, ensordecer todo eso que se agitaba en su interior, anestesiar el dolor. Pero por primera vez, esa noche su respuesta fue un no.