cap.4

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El bar ya había vuelto a su murmullo habitual, como si la tensión del enfrentamiento se hubiera diluido en los hielos que crujían en vasos nuevos. La música suave retomaba su lugar, y los clientes fingían no haber visto nada, aunque más de uno lanzaba miradas a la barra, donde un joven de mirada serena continuaba con su rutina, como si nada hubiera ocurrido.

Pero algo sí había ocurrido.

Tanjiro Kamado sacó una botella de licor oscuro de una estantería con la calma de quien ha hecho ese gesto mil veces, pero sus dedos temblaban apenas —como el filo de una hoja después de un corte perfecto. Tomó un vaso limpio. Giró la muñeca. El líquido cayó en espiral, dorado bajo las luces tenues del local.

Del otro lado de la barra, Daki lo miraba.

No como una clienta mira a un barman.

No como una mujer mira a un hombre atractivo.

Sino como una criatura antigua, astuta, con siglos de cacería en la mirada... que por primera vez en mucho tiempo se encontraba con algo que no entendía. Alguien que no encajaba en su juego.

"¿Quién eres, Tanjiro Kamado?"

Pero no lo preguntó. Solo se acomodó mejor en el taburete, cruzando una pierna sobre la otra con una gracia peligrosa, sabiendo exactamente lo que mostraba. Y sabiendo, aún más, que él no miraba.

No como los demás.

Tanjiro colocó el vaso frente a ella con precisión. Dentro, el cóctel era un degradado perfecto de tonos ámbar, dorado y un toque rosado, como un atardecer atrapado en cristal.

—"Cóctel del Silencio" —dijo él, sin adornos—. "Amargo al inicio, dulce al final. Como una conversación honesta."

Daki arqueó una ceja, divertida.

—"Vaya. ¿Poeta también? ¿O es que hablas así con todas?"

Tanjiro no sonrió, pero sus ojos se suavizaron apenas.

—"Solo con quien lo merece."

Ella bebió. Despacio.

Y por un instante, bajó la guardia. Sus párpados se cerraron con el primer sorbo, como si saboreara no solo el trago, sino la historia que lo traía.

—"Tienes manos firmes, Kamado. Pero los ojos... tienes ojos tristes."

Él no respondió de inmediato.

Limpió la barra con un trapo blanco, doblado en triángulo perfecto. Luego la miró. Esta vez sí, de frente. No como hombre a mujer. No como camarero a cliente. Sino como ser humano a otro.

—"He perdido cosas. Como todos. Pero no por eso me voy a permitir romper lo que aún tengo."

Silencio.

Daki lo miró fijamente. Ya no como una gata curiosa. Sino como alguien que acababa de vislumbrar una grieta en una armadura... y se preguntaba si esa grieta era entrada o trampa.

—"¿Y qué has perdido tú, Tanjiro? ¿Una amante? ¿Una familia?"

—"Un hogar. Una certeza. Una parte de mí que no va a volver."

—"Entonces somos iguales." -La voz de Daki se volvió de humo. —"Yo también perdí partes. Aunque algunas las vendí. Otras me las arrancaron."

Tanjiro bajó la mirada un segundo. Y luego, con gesto casi imperceptible, empujó un segundo vaso. Lo llenó con el mismo cóctel.

—"Brindemos entonces. Por las partes que aún quedan."

Ella dudó. Apenas un parpadeo.

Pero alzó el vaso.

Latidos en la barraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora