Y ahí se encontraba, observando aquella tarjeta publicitaria que, quizás, algún gilipollas dejó en su bolsillo. Tenía unas palabras bastante peculiares, le causaba gracia el simple hecho de leerlo.
La guardó con indiferencia y continuó el código tres como de costumbre, no traía su teléfono consigo ya que normalmente lo dejaba dentro del patrulla para que no se dañase.
— ¡Rompen negociaciones! –gritó un agente.
Rápidamente se cubrió, aquella licorería no era uno de sus lugares favoritos para un tiroteo, odiaba aquel edificio de cristales, lo odiaba con toda su alma.
Para su suerte, salió de aquel tiroteo con todas sus extremidades intactas, no podía decir lo mismo de algunos compañeros que se encontraban con algunos tiros. Se acercó a los atracadores y tomo los DNI de estos, esperó a los EMS para que pudieran hacer su trabajo.
Volvió a ver aquella carta con mucha más curiosidad, buscando algún número de teléfono o algún nombre, pero no había nada de eso, solo un eslogan y un código qr.
Finalmente los EMS llegaron, atendieron a los agentes y a los atracadores. Cuando los atracadores estuvieron más estables, los esposó y los subió al patrulla, lamentablemente se encontraba solo patrullando y esperaba a que Conway no supiera de aquello.
Al llegar a comisaría, sin antes leerle los derechos a los detenidos, entró por la parte trasera y estacionó el patrulla, bajó a los detenidos y los cacheó uno a uno, les quitó la pasta, la pipa y uno que otro porro. Entró con los dos detenidos, agarrandolos del brazo para escoltarlos, llevándolos a una sala para ser procesados. Les puso la multa correspondiente y los anotó en la PDA, les devolvió el DNI a cada uno y antes de llevarlos a los calabozos les quitó los móviles, ya era una marca personal de Fred.
Estaba libre, no quería seguir trabajando más solo, realmente era terrible. Sonrió con malicia, pensando en gastarle una broma a Conway para matar el aburrimiento y al menos, hacer algo más interesante.
Fue al despacho de este y sin tocar la puerta entró, para su sorpresa este no estaba, hizo una leve mueca, la cual se desvaneció y se convirtió en una maliciosa sonrisa. Se acercó al indefenso teléfono del Superintendente, sacó la tarjeta y escaneó el código qr de esta, al ver que se trataba de una aplicación de citas soltó una fuerte carcajada, la instaló y observó esta con curiosidad, no se veía para nada extraordinaria ni interesante, un fondo rosa con corazones bastante cursi junto a una barra vacía en la parte superior de la pantalla.
— Aburrido. –murmuró el rubio con una mueca.— Pensé que sería mejor.
Salió del despacho con aburrimiento, caminando a la recepción para atender denuncias, aunque era lo más aburrido que podía hacer estando de servicio, pero no podía quejarse, Horacio no fue al trabajo, pidió licencia por un supuesto desgarre muscular, aunque todos claramente sabían que el desgarre probablemente haya sido en otro lugar, donde no llega mucho el sol.
Pasó unas terribles horas de aburrimiento atendiendo denuncias inservibles que nadie investigaria ni por equivocación.
Una grave voz se hizo presente, haciendo a casi todos tensarse, y decía a casi todos puesto que Gustabo apenas y se inmutó. Observó al trajeado sin mucho interés, notando que, como era de costumbre, estaba bastante cabreado.
— Buenas Super. –habló Gustabo, volviendo a fijar su mirada en la pequeña libreta que tenía entre sus manos.
— Buenas supernena, ¿Aún no se recupera tu noviecita de su supuesto desgarre? –preguntó burlón Conway.
— Pues no, me ha deja'o solo. –fingió tristeza el rubio.— Y aquí estoy jodiendome en denuncias de mierda.
— Que putada, ¿No? –habló sin mucho interés el de lentes.
Con una mirada llena de odio, observó a su jefe irse a su despacho —al menos pudo ofrecerme patrullar con él.— pensó frunciendo levemente su ceño, suspiró con pesadez apoyándose en una pared, guardando la libreta en la que en realidad no había anotado ni mierdas, solo había hecho dibujos tontos mientras fingía prestarle atención al demandante.
Observaba a cada uno de los presentes en aquella sala, quizás alguno de ellos tendría algo interesante que decir, pero a decir verdad, le importaba una mierda si fuese importante o no.
Sacó una piruleta de frambuesa de su bolsillo, le quitó la envoltura y lo llevó a su boca —fue buena idea ponerme este pasamontañas.— pensó, aquel pasamontañas blanco era lo mejor para cuando tenía hambre o sed, ya que tenía una apertura circular en su boca que le permitía llevarse cosas a la boca. De repente, una imagen de él llevándose una polla a la boca pasó por su mente, su rostro se puso rojo, sacudiendo su cabeza para quitar aquel pensamiento. —¿En qué mierda estoy pensando?— dijo en su mente, quizás ya comenzaba a volverse loco.
Sentía una fija mirada sobre él, buscó con curiosidad al dueño de aquella mirada que comenzaba a incomodarle un poco. Se sorprendió un poco al dar con aquellos ojos, ¿Por qué el Superintendente le estaba mirando? Le devolvió la mirada con curiosidad mientras Mantenía la piruleta en su boca, quizás ya se hacía una idea de lo que podría estar pasando por la mente de aquel hombre mayor.
Sonrió levemente, mirando fijamente al de traje, comenzando a mover su lengua sobre la piruleta, notando la reacción de este haciéndole reír, era realmente un viejo guarro.
Luego de unas cuantas horas se aburrió de estar en comisaría, justo cuando iba a salir escuchó un fuerte grito por la radio que llevaba colgando de su chaleco antibalas.
— ¡Fred a mi despacho ahora! –gritó por radio el superintendente.
Hizo una leve mueca, ya sabía por donde iba la cosa, se estaba preparando mentalmente para los portazos que probablemente le esperen tras la puerta de aquel despacho, que para muchos era realmente un infierno. Se quejó y respondió con pesadez
— 10-4 super. –alargó cada sílaba de lo que decía.
Se iba a demorar más solamente para molestar al superintendente, a pesar de saber que estaba frito.
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Aᴘʟɪᴄᴀᴄɪᴏ́ɴ♡Hᴜᴍɪʟʟᴀɴᴛᴇ ༄ⁱⁿᵗᵉⁿᵃᵇᵒ
DiversosUna tarjeta extraña llega al bolsillo del pantalón de Gustabo sin saber como, por aburrimiento y curiosidad pone aquel código qr en el teléfono del Superintendente, pensando que sería algo inofensivo, cuando en realidad desataría uno de sus más ocul...