Youth

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Quiero sentir la lluvia cuando llueve, quiero ser feliz sin esforzarme, quiero decir "te amo" con más facilidad (...)
Desearía decirle a mi "yo" de ese momento que lo estamos haciendo bien.

La casa de mi abuela se sentía tan hogar como la mía propia, incluso mas. El aroma a café y el calor que desprendía la estufa me hacían sentir segura y tranquila.

El clima helado del afuera amenazaba constantemente con colarse dentro, pero yo nunca llegaba a sentirlo, porque los abrazos de mis abuelos jamás permitían que el frío me tocara.

Si alguien me preguntaba cómo me sentía, la respuesta era muy simple y venía a mí de forma inmediata, sin siquiera reflexionarlo. Soy feliz.

Abandoné, con un poco de dificultad a causa de mi pequeño cuerpo, la silla alta en la que estaba sentada con el afán de buscar en la habitación un dibujo que le había hecho a mi abuelo. No importaba si no era perfecto, o si la pintura se había salido de las líneas, porque él siempre me decía que le gustaban mis dibujos, y me daba un abrazo que me llenaba de confianza y ganas de hacer muchos mas.

Pero cuando entré a la habitación, el lugar se sentía diferente. No había calidez, y el aroma a café se había desvanecido. Sentí miedo y frío, y quise correr de vuelta a dónde me sentiría segura.

Pero no pude ni siquiera moverme, porque la imagen frente a mí me dejó hipnotizada.

Una mujer, parecida a mamá, pero mucho mas seria y triste, me miraba desde una esquina. Me sonrió, y yo sentí que me amaba, y que no quería hacerme daño, pero el miedo era mucho mayor que la poca confianza que ella me había generado.

Quería preguntarle quién era, cómo había llegado a mi casa, por qué estaba ahí, y cómo se llamaba. Pero la voz de papá resonaba en mi cabeza diciendo "no hables con extraños". Y yo siempre había sido una niña muy obediente, así que a pesar de la fuerte curiosidad que sentía, me di la vuelta y corrí.

Cuando frené, mi pecho dolía, me costaba respirar, no entendía cómo había llegado hasta afuera de la casa o por qué estaba tan cansada. ¿Dónde había quedado toda mi energía?

Miré mis manos, y habían cambiado, eran mucho mas grandes, finas y las uñas estaban pintadas de negro. ¿Por qué usaría un color tan triste y oscuro? Mamá siempre las pintaba de rosa, y yo amaba el rosa, ¿o no?

Podía percibir el mundo de manera muy diferente a como lo veía antes de empezar a correr, y eso me llenó de angustia. ¿Por qué la salida de la casa se veía distinta? ¿Por qué el aire se sentía mas pesado? ¿Por qué de repente hacía calor? ¿Dónde estaban mis abuelos? ¿Dónde estaban papá y mamá?

Ninguna de mis preguntas tuvo respuesta.

Escuché que llamaron mi nombre a unos metros de distancia y me giré de manera instintiva, buscando a la voz que me buscaba, con la necesidad de que me explicara lo que estaba sucediendo.

Pero cuando lo ví, dejé de cuestionar todo mi entorno, porque lo único en lo que podía pensar era en correr hacia él. No me importaba quién era, o qué hacía allí, o por qué me llamaba. No me importaba nada mas que correr y llegar hasta él.

Pero cuando me subí a su moto y lo abracé, volví a verla. Y sentí miedo y curiosidad nuevamente, pero también enojo. Porque esta vez la mujer ya no era tan parecida a mamá, sino que ví en ella el ceño fruncido a modo de gesto reprobatorio que hacía papá cuando algo le molestaba.

No sabía quien era esa mujer, pero sabía que me caía mal. Parecía no estar de acuerdo con lo que yo sentía por el chico que me había ido a buscar, y eso me molestó. ¿Quién se creía que era para cuestionar mis sentimientos? ¿Qué podría saber sobre mí? ¿Sobre nosotros?

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