—Esto sería el comienzo de la época renascentista, donde muchos artistas representaban el antropocentrismo y los...— la profesora pausó su discurso a mitad de oración —...¿señor Kim? ¿Está poniendo atención?No hubo respuesta de la parte del alumno.
—¿Señor Kim? ¿Me oye?— insistió la docente, entonando un tono de voz cada vez más impaciente.
Nuevamente, el señor Kim Namjoon no contestó. De hecho, ni siquiera dirigió su mirada a la mujer que, cada vez, se hartaba más con la desatención que recibía.
El chico se encontraba mirando por la ventana, totalmente en transe. Había algo o alguien que le parecía inexplicablemente más importante que la clase de historia del arte. No se movía ni pestañeaba, solamente tenía el cuerpo parcialmente volteado, observando el patio del colegio.
Durante esos largos cinco minutos en los que la profesora aumentaba cada vez más el volumen de su voz, sus compañeros ponían caras de irritabilidad bastante evidentes. No comprendían como alguien puede estar tan sumergido en sus pensamientos como para no oír los estentóreos chillidos de esa mujer.
Uno de sus amigos, con quien compartía mesa, notó lo incómoda que se volvió la situación para todos. Ya nadie podía esperar a que se le ocurriera reaccionar. Amablemente, tocó el hombro de Namjoon, como si fuera a despertar un bebé. Visto que obviamente no iba a funcionar, lo sacudió.
Este, finalmente despertó. Y vaya que si, abrió los ojos como plato, mirando a todos lados. Claramente se podía notar como todos lo encaraban, y la mirada asesina de la profesora. Si las miradas mataran, estaría enlatado como una sardina.
—Señor Kim, llevo una eternidad llamándolo. ¿Qué es tan importante lo que hay en el patio? — tenía los brazos cruzados y golpeaba el suelo con la punta del pie, dando a entender que esperaba una respuesta seria lo más rápido posible.
Namjoon no sabía que decir. Parecía un niño que se había metido en problemas.
—Lo lamento, de verdad — contestó. Fue apenas un susurro, pero tenía suficiente fuerza como para que todo el salón lo escuchara. El silencio era abrazador.
Finalizada la escena, todos voltearon sus cabezas al frente nuevamente, donde estaba la docente sacudiendo la cabeza en negación. Acomodó sus lentes y, antes de girarse al pizarrón para continuar anotando la lección, avisó:
—Antes de irse, quiero que venga a hablar conmigo. Ni se le ocurra intentar escapar.Namjoon solo asintió con la cabeza. No quería generar más atención.
Todos agacharon la cabeza a sus cuadernos, menos él y su compañero que, anteriormente, le despabiló.
Este se giró para hablarle bajito, así no recibiría un sermón de la profesora también.—Oye, ¡psssst!— le habló, casi como si estuviera llamando a un gato —Namjoon, ¿te encuentras bien?
El nombrado lo miró. Tardó unos segundos en dar alguna palabra o gesto en respuesta, estaba muy concentrado en lo que se hallaba ahí afuera, a unos cuántos metros.
—¿Qué miras tanto?— forzaba la vista para tratar de hallar lo que sea que su amigo vigilaba tanto.
Namjoon alzó la cabeza en forma de guía hacia el sujeto que observaba obsesivamente. En uno de los bancos del patio, cerca de la cantina escolar, había un chico sentado. Uno muy lindo, por cierto. Estaba leyendo un libro, así que no notó las miradas indiscretas clavadas en él.