Arsonofobia

Fobia al fuego

Muchas cosas malas habían pasado en la vida de Stiles, pero tener TDAH no era una de ellas. Le había causado muchos problemas, sobretodo a su padre, y aún así sentía que sería una persona totalmente diferente sin ello. Le gustaba hablar y aprender al igual que tener conocimiento de todo lo que sucedía a su alrededor. Lo bueno de tener una cabeza que iba a mil por hora y que se cuestionaba todo lo que existía, era percatarse de todo aquello que los demás pasaban por algo como por ejemplo; Derek Hale teniendo un encendedor. Su familia había muerto en un incendio y, por como la culpa teñía sus ojos, era muy probable que hubiese desarrollado algún tipo de miedo al fuego.

Todo empezó cuando arrastró su peludo trasero hasta la veterinaria de Deaton y el hombre lobo sacó un encendedor para prender el acónito azul y salvarse la vida. Después de recuperarse de la escena más emocionante y llena de adrenalina de su vida, que claramente perdió el puesto con el venir de los años, pensó que aquello era raro. Al principio trató de no darle importancia, parecía un hecho aislado y de que probablemente lo había cogido de la propia veterinaria, pero estaba casi seguro de que lo sacó del bolsillo trasero de sus pantalones.

Su padre siempre decía "uno es un accidente, dos es coincidencia y tres es un patrón" y es que no era la primera vez que algo como aquello había ocurrido. Cuando Scott acusó a Derek de ser un asesino en serie, este no tuvo más remedio que esconderse huyendo de los cazadores y también de su padre, lo cual era irónico teniendo en cuenta que se escondía en su casa. Debido al caos de Beacon Hills, el Sheriff estaba siempre fuera de casa dándoles libertad de movimiento. Solían comer en la cocina, pero Stiles olvidó las cerillas y Derek le dió el mismo mechero como si fuese lo más normal. De hecho, podía asegurar que alguna vez había olido a tabaco en su habitación.

–Ey, ¿Estás bien?

Stiles parpadeó y se concentró en Erica quién le veía preocupada. Miró a su alrededor viendo a todos recoger sus cosas y levantarse estirando sus músculos. Habían organizado un grupo de estudio en el loft de Derek y él aún no había sido capaz de terminar la tarea. Se golpeó mentalmente.

–Sí, perdón. He empezado a disociar.

–Es bueno tenerte de nuevo entre nosotros.–bromeó Scott despidiéndose de todos.–Me voy, descansad.

Poco a poco, cada uno de los integrantes de la manada se fue yendo dejando a Isaac y Peter quienes iban directos a sus respectivas habitaciones en el piso de arriba. Stiles seguía en la misma posición jugando con el lápiz en su mano antes de levantarse de un salto e ir a buscar a Derek. El primer día que todos hicieron una reunión ahí, comenzó a quejarse de que no era un sitio para quedar, los siguientes días fueron recibidos con gruñidos o movimientos bruscos de cejas a los que se acostumbraron rápidamente.  Tras semanas con la misma dinámica, el lugar se volvió acogedor y lleno de risas y gritos parecía un hogar, uno en el que Derek parecía sentir que no pertenecía. A veces, cuando estaba de buen humor, se permitía sentarse junto a ellos manteniendo las distancias y centrándose en el libro de turno. Hoy no había sido ese día.

Se dirigió al gran ventanal para comprobar si había alguien fuera y se dirigió al balcón con las manos en su sudadera roja, buscando conservar algo de calor. El hombre lobo se encontraba apoyado en la barandilla mirando el cielo con tristeza. Sus labios se separaron y pudo ver el humo grisáceo salir de ellos. Arrugó la nariz viendo lo que había entre sus dedos. Un cigarrillo.

No tenía que hablar para que supiera que estaba ahí, no era la persona más silenciosa del mundo e igualmente dudaba que no hubiese sido capaz de olerle. Con pasos lentos pero seguros, se colocó junto a él, apoyando la espalda en la barandilla y moviendo la cabeza hacia atrás, hacia el vacío. Sus hombros estaban lo suficientemente cerca para tocarse con una leve inclinación, pero si alguno decidía apartarse, no restaría extraño o incómodo.