CAPÍTULO 22

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Dante



Salgo de la ducha y escucho el toque de la puerta. Le dije a Celia que no subiera aquí. mierda. Cubro el cuerpo desnudo de Love, me pongo rápidamente mi pantaloncillo de gimnasio y abro ligeramente la puerta.

—Killiam —pronuncio su nombre.

—¿Ocupado? —dice con una sonrisa pintada en el rostro.

—Sí... ¿Qué sucede? —Salgo haciéndolo retroceder en sus pasos.

Cierro la puerta.

—Tus padres han regresado, en una hora más o menos estarán en casa. —Veo cómo toma su móvil y marca—. ¿Viste a Love? La busqué por todas partes...

El sonido del teléfono de ella suena desde mi habitación y miro con horror el momento justo cuando todo acaba.

Killiam deja caer su móvil y se abalanza hacia mí con el puño apretado, le sostengo la mano y lo agarro con fuerza.

—No, no, no. —Lágrimas recorren su rostro y su enojo es grande, pero no se compara con la decepción en sus ojos—. ¿Qué mierda hiciste? —Se suelta con brusquedad de mi agarre y retrocedo hacia la pared sin poder decir nada—. Es tu hermana...

—Lo sé.

—Está mal —recalca apretando los dientes.

Lo dice con tanto asco que me hace sentir sucio, impuro.

—No eres nadie para decirme todo esto. —Soy yo quien se acerca amenazante apuntándole en el pecho.

Podría hacerlo desaparecer en un instante, él está viejo y yo soy un Johnson.

Muerto el perro, se acabó la rabia.

—¿Qué? —pregunta totalmente desconcertado.

—No te atrevas a mirarme así, a juzgarme, no tienes el derecho.

—Yo te traje a esta casa, maldita sea.

—Soy el hijo del Capo, de tu Capo —escupo con rabia.

Él se ríe de mis palabras.

—Estás loco si crees que no tengo derecho de reprocharte algo. Que no se te olvide quién eres en realidad.

—Vernos crecer no te hace parte de la familia, recuerda tú tu lugar aquí.

—Estás demente. Debes acabar esto ahora mismo.

—No la voy a dejar y ni tú y nadie me dirá qué hacer. ¡Largo de mi casa!

—Mi lealtad nunca ha sido de la famiglia. Así que háblame como el heredero, dame órdenes si quieres, pero eso no impedirá que te obligue a hacer lo correcto.

—Atrévete. Inténtalo, vamos...

—¿No te das cuenta de que te estoy protegiendo a ti, muchacho? Cuando Rhett se entere te matará, además, ella es menor, casi una niña...

—Ese es mi problema.

—Y una mierda. Tú no lo conoces. Te sientes la gran cosa por llevar su apellido, él ha matado a su propia sangre, yo estuve ahí. ¿Qué mierda te hace pensar que no hará lo mismo contigo?

—Porque es mi padre.

—Por eso te mataría, porque has ido demasiado lejos, él jamás te perdonará, ni a ella. Lo conozco como a nadie en este mundo y sé de lo que es capaz.

—No le haría daño.

—Lo haría...

—Eres su perro faldero, lo defiendes, ¿tanto te paga?

PECADO, RULETA RUSA 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora