-CAPITULO 1: Alguien toca la puerta de mi habitacion

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La noche se cernía sobre mí con una calma inquietante mientras descansaba en mi cama, más cómoda de lo habitual, como si estuviera conspirando para mantenerme en ese estado de tranquilidad perpetua.

Mi mente llevaba un buen rato librando una batalla desigual contra el sueño, y justo cuando estaba a punto de rendirme, cayendo finalmente en un descanso reparador, mi divagación fue interrumpida abruptamente, obligándome a volver a la realidad de golpe.

¿El motivo? Tres golpes secos resonaron en la puerta de la habitación.

Cada golpe fue meticulosamente sincronizado, replicando la intensidad del anterior con una precisión extraña.

Mi cuerpo reaccionó instintivamente, haciéndome saltar de la litera con tal rapidez que casi pierdo el equilibrio y caigo al suelo.

Caminé hacia la puerta, aguzando todos mis sentidos. Miré por la mirilla, buscando al intruso que había interrumpido mi paz.

Pero no había nadie.

El silencio reinaba en el ambiente, tan absoluto que, si me concentraba lo suficiente, podía escuchar los latidos de mi corazón martilleando en mis oídos.

¿Una broma, tal vez? Fue lo primero que cruzó mi mente.

Eran las 2:26 de la mañana. Quizás un grupo de estudiantes aburridos decidió golpear la puerta y salir corriendo.

Justo cuando me daba la vuelta para regresar a mi cálida cama, el sonido de tres nuevos golpes resonó, esta vez con una intensidad mayor, como si exigieran que abriera la puerta y diera la cara.

Si esto era una broma, ya había dejado de ser gracioso.

Me acerqué nuevamente a la puerta, observando por el visor con una mezcla de irritación y precaución.

Un hombre alto, de cabello negro, esperaba del otro lado. Su rostro era joven, pero no lograba identificarlo. Desconocía completamente su identidad, y eso solo aumentaba mi malestar.

Un mal presentimiento me recorrió. Su rostro no me resultaba familiar en absoluto, lo cual era extraño, dado que suelo recordar con precisión las caras de todos los estudiantes de esta institución.

No tenía motivos concretos para rechazar su presencia, más allá de la hora intempestiva.

—¿Qué ocurre? Ya es tarde para andar tocando puertas —pregunté, con la voz más firme y grave que pude reunir.

Supongo que mi intento de intimidación no logró su cometido.

—Necesito que abras la puerta, Kiyotaka —dijo con una calma inquietante, sus ojos fijos en la mirilla, como si supiera que lo estaba observando desde allí.

¿Cómo sabía mi nombre?

Una sensación de incomodidad se instaló en mi interior, y mi cerebro entró en alerta máxima. Había algo profundamente extraño en esta situación.

¿Qué clase de persona sale a tocar puertas en medio de la noche, sin ningún abrigo, desafiando el frío que cala hasta los huesos? Este no era un comportamiento habitual.

Sin embargo, no tenía tiempo para especular. No podía dejar a una persona esperando afuera en ese clima, y quizás, solo estaba exagerando. Después de todo, no vivo en una película de terror.

Ignorando el instinto que me instaba a mantener la puerta cerrada, deslicé lentamente mi mano por la manija, desbloqueando la cerradura y abriendo finalmente la puerta.

Un viento gélido se coló en la habitación, invadiendo mi cuerpo con intensidad, mientras el sonido del viento se filtraba por la habitacion.

—¿De qué quieres hablar? ¿Quién eres? ¿Estás loco para salir con este cl—

Mis palabras se quedaron atrapadas en mi garganta.

Un puñetazo se dirigía hacia mi rostro a una velocidad tan alta que parecía desafiar la lógica.

Un golpe que habría dejado inconsciente a cualquier persona.

Con un reflejo casi automático, logré esquivar el golpe por centímetros, sintiendo el aire desplazarse peligrosamente cerca de mi ojo.

Intenté recomponerme, pero una patada se dirigía directamente a mi abdomen.

Tuve que retroceder rápidamente, alejándome del rango del alcance de sus piernas.

Si me hubiera golpeado, estaría escupiendo sangre, mezclada con la cena de microondas que compré en el supermercado.

—Así que estas son las habilidades del prodigio de la Habitación Blanca. Nada mal, para ser sincero. Evadiste un ataque sorpresa como si fuera un juego de niños.

El hombre frente a mí pronunció estas palabras mientras esbozaba una inocente sonrisa.

Este no era un simple enfrentamiento entre estudiantes; lo supe desde el primer golpe. Su nivel estaba muy por encima de lo normal, más allá de lo que incluso un profesional podría alcanzar.

Un solo error podría costarme caro, incluso a mí.

No me dejó otra opción.

—¿Quién eres? —pregunté, manteniendo mi postura, aunque sabía que tener la ventaja aqui era solo cuestion de suerte.

Tenía derecho a saberlo. Y, más que eso, necesitaba saberlo.

COTE: La otra instalacion.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora