Número cuatro.

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Un chico comenzó a caminar hacia su salón de clases. Su profesor lo había mandado a buscar algunas cosas para la clase, así que salió del aula por un rato. Ya con los materiales, caminaba de regreso. Entonces vio a un compañero de su clase con su botella de agua en la mano.


—¿Qué haces aquí? —Le preguntó el primer chico al segundo.

—Fui a rellenar mi botella de agua —Respondió y le mostró la botella llena—, ¿no es algo obvio?

—Sí, perdón, fue una pregunta tonta —Dijo y comenzó a caminar de nuevo—. Si ya terminaste entonces vamos al salón. Sino el profesor se va a molestar.

—Tienes razón. —Respondió el otro.


Caminaron juntos hacia su salón. Entraron y se sentaron en sus lugares.

En la siguiente clase, les dieron algo de tiempo libre, ya que debían terminar pendientes, pero ellos no tenían ninguno. El segundo chico mencionado se acercó al lugar del primero y lo miró un rato.


—Tu cabello se ve sedoso. —Dijo por fin.

—Sí bueno, a pesar de que mi cabello es totalmente chino y tardo mucho en lavarlo, lo cuido demasiado. —Respondió el primero.

—¿Puedo tocarlo? —Preguntó el segundo, acercándose más.

—Eh, claro. —Contestó el primer chico.


Las manos de su compañero comenzaron a tocar su cabello, cuidadosamente. Él no lo impidió, le gustaba. Pero debía parar, pronto los vería algún profesor y no podían saber lo que pasaba entre ellos. Dejó que lo tocara un rato más y luego, sin dudarlo, tocó las puntas de sus dedos para después entrelazarlos con los suyos.


—Para, ¿sí? —Dijo con un tono bastante amable, no era el que usaba siempre—, alguien nos verá.

—Bien. —Respondió el segundo separando su mano.


Se abrazaron, sin importarles que sus compañeros los vieran, pero cuidando que ningún profesor pasara por ahí.

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