Madrugada a las afueras de la ciudad. Las velas fueron sopladas, los invitados que se fueron en distintas fiestas en el centro de la ciudad y los que se quedaron en la cocina charlando sobre la noche que estaba terminando. Ya viví esta situación antes, y pensé que sabía cómo iba a terminar.—¿No queres entrar?– Suspiro cansada y niego.
—La noche esta hermosa.
—Hace frió.
—Ya se.– Contesto sin emoción alguna.
Lo escucho respirar cerca mío durante unos segundos. Cuando escucho sus pasos, me giro a mirarlo y siento una punzada en mi al ver que no se quedo conmigo.
Pero esta vez no es así, y eso me asusta.
—Siempre quise aprenderme las constelaciones.– Tobias lleva su cabeza hacia atrás en la silla. Admiro su mandíbula marcándose aún más de lo normal, la textura de su piel y sus ojos admirar el cielo cordobés. –¿Vos sabes alguna?– Mi vista se centra en su cuello y por un minuto siento que entiendo a Edward Cullen cuando estaba con Bella. Tobías ríe, haciendo que sus músculos se noten aún más y yo caigo en la realidad. –En este momento te diría que una foto dura más, pero quiero que esto dure más.– Sonríe de lado, con esa sonrisa que usa para ganarse a las chicas. Yo ruedo los ojos, fingiendo que no me gano cuando en realidad en este mismo momento estaba perdiendo. Estaba cayendo. Me estaba enamorando.
—Simplemente no entiendo como es que tenes que ejercitar el cuello. ¡El cuello!– El suelta una carcajada tan fuerte que por el rabillo del ojo veo al resto de los invitados que quedaron en la cocina vernos, esperando que alguno nos esté prestando atención.
—Si entendes, simplemente no queres aceptar qué hay algo en el gym que yo puedo hacer y vos no.
—Yo también puedo ejercitar el cuello.– Remato.
Mentira, definitivamente no puedo. Bianca me mostró una vez y di vergüenza en un gimnasio donde la mayoría podía mover más de 20 kilos y yo no fui capaz de soportar cinco por más de diez segundos. Esa fue la última vez que fui al gimnasio de Bianca.
—Ay, cielo mío, cosa mi stai facendo.– Tobias niega con una sonrisa enorme antes de volver su vista al cielo, pero toda expresión facial que yo tenía en algún momento desaparece al mismo tiempo que siento una corriente en cada parte de mi cuerpo. Nunca le conté a Tobias que empecé a estudiar italiano.
Cosa mi stai facendo.
¿Que me estás haciendo?
Nadie pregunta eso con una sonrisa de tal tamaño.
—¿Que el cielo está fachero?– Decido hacerme la desentendida. El ríe levemente.
—El cielo es imposible de describir.– Me mira. –Es... increíble e irreal.– Vuelve a mirar hacia arriba. Yo hago lo mismo. –Vos lo ves, así y decís "fua, que hermoso." pero es un adjetivo que le queda muy corto. Es increíble e irreal porque no puede ser posible que exista, es demasiado para ser verdad. En todos los sentidos, eh. Este soleado o nublado, este lloviendo o tronando; en el amanecer o el atardecer. Es lo más lindo que alguna vez vi en mi vida.
No me queda otra que llorar.
La última vez que estuve acá, estuve sola. Nadie se quedó conmigo, porque a nadie le importaba o le gustaba tanto ver el cielo estrellado como a mi, o a nadie le importe demasiado como para hacerme compañía con este frió. Tobias ni siquiera lo dudo. Cuando le dije que me quería quedar a disfrutar la vista el se volvió a sentar en su lugar, y por primera vez en 23 años, alguien está a mi lado cuando son las tres de la mañana y yo simplemente quiero ver el cielo.