Si hay algo que Colette ha aprendido en los últimos dos años, es que hay tres cosas que unen a la gente: el tiempo, la familia y el trauma.
Y si le preguntas sobre Rita, Colette te dirá que lo primero que las unió fue el tiempo, tres años conociendo a alguien es algo, después de todo. El tiempo les hizo darse cuenta de que parte de sus traumas eran compartidos, y eso, las convirtió en familia.
Se conocieron por primera vez siendo ambas muy jóvenes, parte de un mismo grupo de ocho chicas que se unieron por un interés en común. La vida era un poco más sencilla entonces, y si bien no eran inseparables, Rita definitivamente era una de las que más le agradaban, formando parte de su día a día durante unos cuantos meses.
Luego, los mensajes diarios fueron disminuyendo. Y aunque trató de mantenerse en contacto con todas, hay personas de las que Colette no ha vuelto a saber en años. Rita nunca fue una de ellas, si bien ya no hablaban mucho, Colette siempre recibía una respuesta a cada mensaje que enviaba.
Y no fue hasta un catorce, en Febrero, que retomaron comunicación como tal, después de meses de no saber nada la una de la otra. Colette recuerda como en ese momento Rita parecía la opción más viable, incapaz de mirarla a los ojos y juzgarle por lo tonta que ha sido. Entonces Colette le cuenta sobre como escribió una carta para un chico con el apenas e intercambiaba palabras, pero del que de alguna forma se enamoró. Rita está ahí para reírse de, y con ella, y no se va esta vez. No se vuelve a ir. Está ahí, al día siguiente. Y al día siguiente. Y al siguiente.
(Y sigue ahí, tres años después, incluso cuando esa presencia ya no carga consigo la emoción y anhelo que Colette tanto apreció).
Y vuelven a formar un lazo, como si su amistad simplemente se hubiera congelado. Como si el tiempo se hubiera detenido y nada hubiera pasado, ganan confianza mientras comparten secretos a media noche, susurros llevados por el aire y convertidos en algo precioso que las uniría aún más.
Durante varios días Colette se despierta con mensajes diciéndole lo querida que es. Hay algo formándose en su pecho y estómago. No son mariposas y no son náuseas, pero es algo. Un sonrojo cada que Rita hace una broma, una risa nerviosa cada que comenta positivamente sobre ella. El sentimiento de haber fallado durante las pequeñas y raras peleas que tienen.
Hablan sobre sus familias, intercambian secretos y temores, fobias que las mantienen despiertas en la noche, y sus más preciados sueños, aquellos que las animan día tras día.
Conocen a otras dos personitas de las que se encariñan y que se convierten en sus amigas. Pasan días enteros hablando entre ellos e inevitablemente se vuelven parte de sus planes a futuro.
Es un veintiocho, graba a fuego en su memoria, en Abril, cuando Rita hace la pregunta y ella responde, y las cosas avanzan. Nada cambia realmente, no como tal. Excepto, tal vez, los días parecen un poco más brillantes después de eso, pero de nuevo, siempre lo hacen con Rita. Es por eso que la aprecia tanto.
Es por eso que pasa sus noches en vela, pegada al enchufe al lado de su cama, es por eso que las largas horas nocturnas se sienten como solo segundos. Es por eso que los días nunca son suficientes.
Rita siempre tiene algo que decir cuando ella está triste (incluso si es un "no me escribas por ahora, estoy esperando un mensaje"). Siempre hay un mensaje nuevo cada mañana, diciéndole lo linda que es. Siempre hay alguien que espera con ansías el siguiente mensaje.
(A veces se siente como si fuera únicamente ella misma).
Y Colette adora eso. Es un sentimiento nuevo, uno maravilloso también. Despertarse cada día y saber que hay alguien que la espera, irse a dormir cada noche y saber que esa misma persona la esperará.
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Tratando de sobrevivir --- recopilaciones
Short StoryLa amnesia disociativa es una perra. Eso es lo que piensa cuando se da cuenta de que no recuerda lo que le dijo la madre de Frances. Igual se sienta en su lugar. Porque el maestro de matemáticas también es una perra. El primo de Frances sentado at...