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La campana del instituto sonó estrepitosamente, dando anuncio a la primera hora de clases en el día.
Todos los estudiantes entraron a sus respectivas clases como siempre, salvo por un estudiante nuevo que trataba de ubicarse en la grande escuela que le tocó asistir. Su mirada amarilla recorría por todos los pasillos del instituto para encontrar su casillero, o más bien lo que parecía ser un ataúd, el pelinegro pensó que tal vez era el estilo de dicho colegio.
Después de que la Directora Buenasangre le diera la bienvenida, ésta misma le dicta algunas reglas de lo que conlleva Monster High, dándole una carpeta con el mismo reglamento y el número de casillero en donde guardaría a partir de ahora sus libros y libretas.
Todo eso mientras el pelinegro con puntas lila tenía un rostro estoico y silencioso por tratar de ignorar el espíritu aterrador que se encontraba en la silla de la Directora, a pesar de eso, no dejó de prestarle atención hasta que la mayor lo mandara a sus clases, no sin antes desearle suerte en su primer día.
Finalmente, Marcel descubre su nuevo casillero en forma de ataúd, ahora que se fija bien, no estaba mal que la mayoría de colores de éstos fueran de un tono malva. El anterior mencionado encoge los hombros, con ayuda de la hoja que tenía el código, pudo abrir su casillero sin problemas, dejando expuesto su interior vacío.
—“Al menos la mochila ya no estará tan pesada, ya me tenía harto.”— Razona con atisbo de pesadez, ya que en todo el día, se quejaba en silencio por llevar todo el material a la escuela que compró con anticipación.
Pone su mochila mensajera en frente sin quitársela, sacando los respectivos materiales que no tomaría el día de hoy para acomodarlos en su casillero, dejando en su mochila negra los que sí necesitaba para su primera clase.
Luego de ordenarse mentalmente, escucha una notificación de su celular.
—¿Hm?—. Saca su aparato tecnológico, viendo apenas una grieta en su celular. —Genial; gracias, papá.
Masculla con el ceño fruncido, recordando lo de esta mañana sin ánimos, bueno, al menos su celular seguía funcionando, cosa que realmente agradecía. No es que sea materialista, sino que en serio ese aparatito es el único que tiene al no tener suficiente dinero para comprarse uno en el futuro. Si es que lo llegase a necesitar.
Dejando de lado eso, revisa la notificación; un WhatsApp le había llegado gracias a su hermana.
Tan sólo leer el mensaje de su hermana, pudo levantarle un poco el ánimo, sonrió levemente antes de apagar su teléfono y acomodarse la mochila; al levantar la mirada, se sobresalta un poco al observar con claridad un espectro oscuro, para variar dentro de su casillero.
Sus ojos eran completamente grandes al igual que su iris de un tono violeta, su piel grisácea daba claridad a la sangre que recorría por sus ojos como si estuviera llorando. Lo que paralizó completamente a Marcel fue su sonrisa enorme que escurría un líquido viscoso y negro, y si fuera poco, aquel fantasma hizo contacto visual con él.
