1

11 6 0
                                    

El día en que los cerezos florecieron.

El día en que las flores de cerezo abrieron sus pétalos, fue el día en que creí en los poemas de mi madre sobre el primer amor y el como podías enamorarte en un instante, con los ojos solamente, a primera vista y suena gracioso decirlo de esa forma pero fue tan real para mi.

Era una mañana hermosa, el clima era cálido y yo lucia precioso según Ithzel. Las flores de cerezo no solo adornaban el jardín, también lo hacían en mi cabello, eso me hacía sentir incómodo pero tenía que mantenerme en mi papel de wakashu como el joven con menor edad de la casa. A mis 14 años los rasgos faciales masculinos no eran una de mis características a decir, eso me hacía el candidato perfecto para ser cortejado por algún samurái aliado del grupo de mi padre quien iba a enseñarme todo lo que debía de saber con respecto al legado y el honor pero para mí solo era una escusa para ser "vendido" a un hombre, yo sé y todos saben lo que sucederá una vez que me vaya de aprendiz con algún hombre. Odio la idea de solo pensar en estar bajo el mando de otro hombre, pero es inevitable, tengo que obedecer y dejarme embellecer.
Tengo que acatar las órdenes pero en momentos de arrebato huyó tan rápido como mis pies lo permiten, entre los árboles del bosque desaparezco y espero que no me encuentren, aún cuando siempre lo hacen.

Es difícil correr con todo esa ropa y las ramas del suelo lastiman mis piernas pero continuo huyendo a mi lugar seguro, una pequeña casita casi enterrada en el suelo, solo ahí puedo esconderme por un tiempo, pero al llegar con el aliento tan seco como las ramas del suelo, me topo con un hombre durmiendo en el suelo, con ropas tan sucias y rotas pero con una expresión tan tranquila en el rostro que me deja inmóvil por un momento, en verdad es muy apuesto y sus pestañas tan largas y negras que contrastan con su piel blanca. No sé quién es y puede que sea peligroso pero es más el miedo de ir a la reunión con mi futuro "maestro" que terminó entrando a la casita y cerrando la puerta con palos y ramas que camuflen el lugar.
Está obscuro en contraste con el exterior pintado de rosa, es por eso que siempre prendo una vela que se siente tan cálida en un lugar tan pequeño.
Me siento tan lejos como puedo, por si despierta y es algún maníaco que quiera hacerme daño pero cuando lo hace parece haber tenido el mejor sueño de su vida, se ve tan relajado hasta que me ve y sus ojos negros se abren a la par, esa mirada me hizo sentir un escalofrío en el cuerpo y viéndolo ahora despierto puedo confirmar que realmente es apuesto.

— ¿Tienes algo de comida contigo?—. Lo dice tan tranquilo y con un descaro que no había escuchado antes al dirigirse a mi. El está invadiendo mi espacio y exigiendo comida cuando ni siquiera se de quién se trata aquel sujeto.

— ¿Cómo es que encontró este lugar? ¡Tiene que irse! —. El mal temperamento provoca que mis modales se borren de la lista de enseñanzas, no es el humor adecuado para conocer a alguien nuevo.

— ¿Es tuyo acaso? Solo quería descansar pero no estás respondiendo, ¿Tienes comida?—. El tipo comienza a acercarse y a tocarme. Rebusca entre mi ropa pero obviamente no encuentra nada, no pensé en traer nada conmigo al momento de huir..

— ¡Aléjese! Usted es el que no está respondiendo a mis preguntas, ¿Que hace aquí? ¡Hablé ya! —. Enseguida tapa mi boca con su mano, está salada.

— Acabo de responderte, ¿No estás escuchando? Y además, ¿Porque estás vestido así o es que eres una mujer? —. Odio su comportamiento, no coincide con su cara, era más apuesto al dormir que al abrir la boca.

— ¡No soy una mujer! —. Le gritó en cuanto su mano se retira de mis labios, no es para nada agradable sentir la presión en la cara.

— Mnh... Entonces eres uno de esos, es extraño que sea algo normal mientras sean jóvenes y no cuando crecen.

Sus balbuceos hacen que mi alma se calme al recordar mi destino, se a lo que se refiere. Entre los samuráis hay una tradición conocida como shudo, en la cual un guerrero experimentado toma a uno más joven como aprendiz. Este lazo se consideraba virtuoso y benéfico para ambas partes. El maestro le comparte a su alumno sus conocimientos en artes marciales y el código de honor samurái y otro tipo de cosas que nadie menciona pero todos saben, hasta yo, es por eso que me niego. No quiero estar bajo el cuerpo de otro hombre y mucho menos pertenecerle, aún si es por solo unos años.

— ¿Que pasa niño? ¿Por qué estás tan callado de repente?

— ¿Me veo tan femenino...? —. Es algo que me acompleja, el rostro fino y mejillas rosadas, las pestañas largas y la figura delgada, incluso la cintura se me marca, no es algo que debería tener un hombre y aunque aún soy joven, no hay comparación con otros jóvenes de mi edad. La apariencia andrógina solo me hace más propenso a que hombres mayores se acerquen a mi para querer robarme.

— Tu voz definitivamente no es la de una chica, solo dude por un segundo al verte todo decorado con flores y el maquillaje. Sin ello yo solo veo a un hombre. —. Sus palabras son alivio, me da una pizca de esperanza que no creí necesitar y ayuda a mi autoestima, me siento curado por un momento y el deja de ser percibido como alguien tan desagradable.

— Está bien... puede quedarse pero tiene que decirme su nombre y verdaderamente el porque está aquí.

— Genji, Puedes solo decirme así y la razón de estar aquí es que vengo a bendecirte. ¡Tengo un amuleto mágico que cumplirá tus sueños! — Ahora solo puedo pensar en que es un hombre idiota, me miente con cosas de fantasía como si fuera un niño pero impredeciblemente saca de un pequeño bolso lo que parece ser una pulsera de piedras de varios colores, entre verdes y tierra, muy bonita. —Esto es tuyo por dejarme quedar aquí. —. Sus palabras hacen que nuevamente vuelva a la tierra, los encantos de esa joya barata me habían anonadado pero antes de que pudiera expresar mi disgusto el ya había puesto el adorno en mi muñeca. Entonces, decidí rendirme, ese hombre no parecía peligroso por el momento.

— Esta bien... No me diga nada,no quiero saber. —. Le estaba causando gracias mi disgusto ante la incertidumbre. Ese hombre estaba sonriendo y eso fue demasiado para mí mal humor. Me levanté del pequeño banco y caminé rápidamente hasta la salida, pude escuchar lo que me gritó después.

— ¡La próxima vez que vengas recuerda traer comida contigo!

Estaba furioso pero ya era momento de regresar a casa, seguro habían sirvientes buscándome y no quería que encontrarán mi lugar seguro que ahora ya no era tan seguro, ni privado.

Ese día fue el primero para nosotros, el verdaderamente primer día y desde entonces no hizo nada más que amarme y lo haría por el resto de todas sus vidas, no importaba lo que sucediera. El amor no tiene forma pero sin duda no es nada fácil y tiene obstáculos. Fue terriblemente difícil para nosotros, ese es el precio de amarnos sin importar el tiempo o la forma.

Loved For The TimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora