El maldito spray

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Si Tanjiro la estuviese siguiendo, seguro pensaría que estaría a punto de hacer algo ilegal.

—¿Traes todo, Hanako?

—Claro.

Lo cierto es que las cosas podrían malinterpretarse.

Kaigaku Kuwajima, su novio, dejó la mochila negra en el suelo y ambos vieron el mural en blanco.

—Bien, es hora.

De la mochila, Kaigaku sacó un spray negro con el cual empezó a hacer líneas y círculos sobre unas líneas hechas con lápiz previamente trazadas.

El trabajo seguro les costaría un par de días, pero lo terminarían a tiempo.

Ambos habían ganado un concurso en su clase de artes; además del premio, que era un par de boletos para entrar gratis, a un parque de diversiones, con la comida ya estaba incluida, también podrían recrear su imagen en uno de los murales de la academia.

Ellos se habían esforzado jugando con los colores, luces y sombras. Incluso sacrificaron sus citas para verse en las casas del otro y seguir trabajando.

Realmente se esforzaron.

Hanako también llevaba una mochila. Usarían pinturas en spray. Así que también necesitaban hojas de papel y mascarillas adecuadas con sus respectivos lentes adheridos, para la tarea.

Kaigaku ya se había puesto la suya incluso desde antes de llegar al mural, por lo que ella se ajustaba la suya, viendo a su novio empezar con el proyecto.

Era agradable ver cómo alguien como él, que en un principio comenzó sus estudios siendo un chico problemático en el cual todos sus profesores perdieron la fe, iba transformándose en un futuro graduado con la esperanza de ser admitido en alguna buena universidad por su promedio sobresaliente y sus cualidades deportivas sobresalientes.

Hanako buscaba su propio spray en negro para empezar en el lado opuesto del mural, pero no lo encontraba.

De hecho, no encontraba ninguno de los 5 botes que había comprado la tarde de ayer.

¿Acaso no los había metido?

«Ay, no puede ser» se dijo algo asustada.

Azules, blancos, amarillos, rojos, rosas, verdes... ¡no estaban los negros!

Soltando un respingo, Hanako vio a su novio, que estaba muy concentrado haciendo trazos negros.

—Ehm...

Tenía que decírselo.

Quizás si corría rápido a casa, seguro llegaría a tiempo para ayudar lo suficiente.

—Kaigaku... Kaigaku —alzó la voz, pero él no parecía oírla—. ¡Kaigaku!

Él detuvo su maniobra y se giró para verla.

—¿Sí? ¿Qué ocurre?

—Verás... yo...

Kaigaku suspiró.

—Déjame adivinar. ¿Se te olvidaron tus spray negros? —sonrió esperando lo obvio.

—Mmm —ella bajó la cabeza, decepcionada—. Si corro estoy segura de que...

Él caminó hasta su mochila y la abrió por completo. Adentro había sólo spray oscuros.

Tomó uno y se lo extendió a Hanako, que veía sorprendida aquello. ¿Acaso él era una especie de adivino?

—Sabía que tú traerías los colores —aparentemente feliz de haber tenido razón, señaló la mochila de Hanako, acomodándose de nuevo la máscara—. Y no olvides ponerte tus guantes.

Le señaló ya que él sí tenía los suyos.

Abriendo sus ojos bastante, Hanako se dio la vuelta rogando por no haber olvidado también sus guantes.

Por suerte, esos sí estaban en su mochila.

Aliviada, pudo comenzar a trabajar.

—FIN—

𝐸𝑙 𝑚𝑎𝑙𝑑𝑖𝑡𝑜 𝑠𝑝𝑟𝑎𝑦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora