Atención;
Este es clasificado como el primer episodio, pero a la vez es un episodio piloto ya que es una novela de experimentación.
Eso no quiere decir que tenga argumento, tengo bastantes ideas para ella, pero ando más centrada en otra que estoy preparando y que subiré en un mes o menos. Simplemente tomad este episodio como un entrante para la verdadera historia, y no olvidéis valorar con comentarios o estrellas.PD: Es un episodio corto y aburrido, lo sé.
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El chico estiraba con perseverancia de la cuerda, pero su increíble fuerza parecía ridículamente nula ante la del poderoso Angeops.
- Jamás creí que sería tan fuerte...Jamás creí que ni yo mismo pudiera salvarte, Helixe... - dijo el muchacho exhausto.
Entonces desistió, soltando la cuerda, y Helixe cayó al vacío. El grito ahogado de esta hizo que él se despertara.
- ¿Qué fue eso, un sueño? ¿Qué clase de sueño fue ese? - Pensó, sintiéndose bastante asustado aún por dentro. Y es que el joven Kayheén no solía soñar muy a menudo de esta forma, pero cuando lo hacía, se sentía tan real que, al despertar, esa sensación intensa de miedo perduraba por todo el día.
El nombre de la niña que había conocido en su sueño rondó durante horas por su cabeza, preguntándose de dónde había salido. Algo que tenía claro es que su inventiva era limitada, y no soñaba con gente que no conociera. Nunca había soñado con un nombre desconocido, así mismo, sus rasgos tampoco se asemejaban a nadie conocido.
¿Entonces de dónde había salido?
Al insistir en recordar su sueño, también lo hacía en recordarla a ella; estatura media baja, piel muy oscura que casi se podría mimetizar con la noche. Ojos grandes y algo rasgados de color azul plateado, muy brillantes. Y su cabello, exageradamente largo, liso y blanquecino. De un corte algo descuidado.
En el mundo de Kayheén no había ningún ser así, claro que, su mundo era el simple territorio comarcal de
Ygoraventh. Sí, Ygoraventh era bastante extenso, y el muchacho no conocía más allá de sus tierras, pero en su interior sabía que no eran los únicos pobladores en el planeta.
Ciertamente, la educación promedio de la que los jovenes disponían en la comarca era bastante pobre a comparación de otros territorios; a los niños se les enseñaba matemáticas, lengua, historia y ciencias naturales básicas durante 3 años, luego pasaban a un nivel más complejo dos años más.
En esta etapa se podía escoger una o dos materias opcionales añadidas, tales como música, arte o ejercitación física. Finalmente, al terminar de cursar, aprendías una especialidad de la matería preferente (incluídas las optativas).
Sin embargo, a este tipo de educación no podían acceder todos, debido al alto costo que suponía reservar un asiento por cada niño en las aulas. Muchos padres no se podían permitir esto, así que optaban por enseñar a sus hijos en casa e instruirlos mediante libros o sus propios conocimientos, para después unirlos a el negocio familiar.
Kayhéen, desgraciadamente, no nació en cuna de oro. Es más, su familia era de las más humildes del lugar; así que aprendía de su padre, un hombre fornido y que era un excelente agricultor. Él le enseñaba la parte más dura del empleo, pero también la más bella. Para el señor Ahrán, el sudor y esmero puestos durante una ardua y larga jornada de trabajo, quedaban reflejados en sus frescos y enormes vegetales. Perfumes de la madre naturaleza, de colores brillantes, de cortada crujiente por fuera y jugosa por dentro, y apetitoso gusto al paladar. Todo un deleite al gaznate. Kayhéen siempre se había sorprendido de la gran labor que hacía su padre cuidando a todos esos seres vivos a la vez con mimo y esmero, para que una vez llegada su etapa final, lucieran esplendorosos. Pero una vida humilde de campo no dejaba de ser cruda, no siempre se hacía buena cosecha o había campo fértil, por lo que a veces Ahrán debía irse un par de días y regresar a la caída del sol. La madre de Kayhéen, una mujer castaña muy hermosa de ojos almendrados llamada Loanne, no conocía otro estilo de vida que no fuera este, pero no quería que su hijo siguiera los pasos de su padre; así que cada noche le leía un libro diferente para que el muchacho escapase al menos en sueños de su realidad. A veces eran libros que nutrían sus conocimientos, de botánica, fauna o historia. Otras veces optaba por libros que nutriesen su imaginación, mitos y leyendas o historias en lírica.
A Kayhéen le entretenían esos libros, pero nunca les dio mayor importancia. Él lo que quería era ser como su padre.
Es por esto, que el chico pensó que la chica con la que había soñado, y la situación en sí provenían de algún libro de Loanne.
Así pues, le preguntó a su madre, mirándole inocentemente con sus ojos aceituna.
- Ma, esta noche tuve un sueño muy extraño. Yo sujetaba con una cuerda a una chica de cabello blanco y piel carbón a riesgo de caerse a un abismo inmenso. Su nombre era...¡Helixe, así era!
-Su madre quedó ligeramente sorprendida, y con una mueca burlona, arqueando una de sus cejas y frunciendo la otra, contestó.
- Realmente me he leído cientos de veces estos libros hijo, y puedo asegurarte que no tengo ni la más remota idea de ninguna Hélice cayendo al vacío, o algo así. -entonces, en la mente del niño resonó un nombre como si fuera una lúgubre e incesante melodía que le hizo palidecer, y sin pensar exclamó.
-¡Angeops!
Loanne le miró extrañada y, acariciándo su lacio cabello rubio, preguntó.
- ¿Kay, estás bien? Debió ser uno de esos sueños pesados otra vez...No, cariño, tampoco me suena ningún Angeops. De cualquier forma mañana que vaya a la biblioteca me informaré sobre esos nombres y si hay alguna historia entorno a ellos. En parte me agrada verte tan interesado en estas cosas, siempre te veo con tu padre. ¡Seguro que por eso tienes sueños tan horribles a veces! Trabajas con él hasta que acabas exhausto y mareado. -En ese momento, Kayhéen no intervino más y se retiró al exterior de la casa para tomar aire. Es cierto que se exigirá más de lo que podía cuando trabajaba con Ahrán, pero eso les llenaba el corazón a ambos.
Quizás la respuesta a su sueño no la podía hayar aún, pues no tenía la pregunta indicada, claro que eso no lo sabía aún.
Dejemos que esto sea un secreto entre tú y yo, querido lector.