—¡Por favor! —Me caí al tratar de alcanzarla—. ¡S-se...! ¡Señorita, por favor! ¡Por favor!
Caí, esta vez de bruces, sobre el suelo platinado de aquel pasillo interdimensional. Las paredes eran igual de deslumbrantes; el techo inexistente. De modo que solo estábamos ella y yo mirándonos en una blancura abismal y casi maliciosa.
Alrededor, los guardias encargados de custodiar la puerta me miraron con lástima. Por eso me caían mal, ellos y todo el mundo. La única excepción era la mujer que estaba a punto de cruzar la puerta y largarse de mi mundo.
Solo ella me apreciaba.
—Señorita, por favor... —Me pasé las manos por el rostro—. No me deje, no quiero estar solo. Quédese un poquito más.
Un sentimiento raro se abrió cabida en el rostro de la mujer: se le juntaron las cejas, los ojos se le achicaron un poco y su boca tembló, como un augurio de que iba a decir algo. Al final, nada pudo oírse. La vi enderezarse en su sitio, aún sosteniendo el borde de la puerta, y conectar nuestros ojos de una forma que no había sentido antes.
—Jorge...
—P-por favor.
Se acuclilló para estar a mi altura.
—¿Quién te dijo que me iba, Jorge?
—¿No me va a dejar?
—Esto no es una despedida. —Sonrió—. Es un hasta pronto.
Me dio un beso, y ahí desperté.
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Escritubre 2022
RandomAcompáñame en esta aventura: ¡un mes de retos literarios! Dinámica guiada por Lorena Amkie, disponible en YouTube :3