Prólogo

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— Dawit, bésame — dijo el castaño, mirando al mencionado.

El pelinegro le miró como si estuviera loco, sin poder creer lo que su mejor amigo le estaba diciendo. No dijo ni hizo nada, esperando a que en cualquier momento Kyungmin comenzará a reírse y le dijera que todo era una broma, pero jamás sucedió.

—Somos amigos, Kyungmin— contesto el mayor después de una larga pausa, obvio.

—¿creíste que era en serio?— dijo el menor, soltando una leve risa nerviosa?— ya sé que somos amigos, tonto.

Dawit no entendía que diablos le pasaba a Suh, pero tuvo que admitir que se sintió aliviado cuando le dijo que estaba jugando. Y no, no acepto besarlo porque le dieran asco los homosexuales, no tendría sentido; él era gay.
Debía admitir que Kyungmin era muy lindo, pero también sabía que podrían sentirse incómodos después si lo hacían aunque sea una vez. De pronto, un silencio incómodo se creó en la habitación, ambos jóvenes no sabían qué hacer ni a dónde mirar. Kyungmin creía que la había echado a perder, el castaño se había dejado influenciar por Keum y Ayden, quiénes le dieron la idea. Se lamentó pero sabía que lo hecho estaba hecho y no había vuelta atrás.

—¿Qué ganas con que yo te bese?— preguntó de repente el pelinegro, rompiendo el hielo.

Kyungmin abrió los ojos como platos. Jamás se esperó esa pregunta, mucho menos así de directa.

—Y-Yo...— dijo en un susurro— no es nada importante. U-Una tontería que se me ocurrió— movió su mano derecha, intentando que el mayor no le tomará tanta importancia e ignorará el comentario, como si jamás lo hubiese dicho.

Dawit alzó una ceja, aún sin entender la actitud del menor.

—Dame una razón y lo pensaré— el pelinegro volvió a insistir. Ni siquiera él creía que estuviese, básicamente, rogándole.

Kyungmin estaba a punto de decirle que en realidad no importaba, que no se lo tomará en serio, pero se vió a sí mismo traicionándose.

—Y-Yo quería saber que se siente besar a un chico — admitió y bajó la cabeza, avergonzado.
Seguro Dawit le diría que no está para que experimente con él y se dejarían de hablar para siempre.

Una vez más, el silencio reinó en el cuarto del menor, seguía siendo incómodo, o eso pensó el castaño pero ninguno se miraba. Dawit sólo pensaba en que sí de verdad era buena idea y Kyungmin se pegaba mentalmente por haber dicho algo que no debía.

Dawit con cuidado se acercó al menor un poco más y con dos dedos tomó la mandíbula del contrario, volteándolo para que lo pudiese mirar.

El castaño estaba sorprendido, seguro estaba soñando y esto no iba a pasar. Casi podía sentir a su padre llamando a la puerta de su dormitorio para ir al colegio pero no, ahí seguía el mayor frente a él, acercándose poco a poco a sus labios.

Cuando la distancia se cortó tanto que podían sentir sus respiraciones chocar contra la otra, el pelinegro terminó por cortarla, besando los labios del menor. Al principio Kyungmin no se movió, sin embargo el mayor hizo que éste al fin se moviera mordiendo su labio inferior sin ser muy rudo.

Los chasquidos provenientes de ambas bocas al separarse era el único sonido que resonaba en el cuarto. Dawit no pudo evitar meter su lengua en la cavidad bucal del menor, explorándola. Hacían una guerra de lenguas pero el pelinegro era quien llevaba el control. Cuando el aire comenzaba a faltarles, el mayor se separó abriendo los ojos y Kyungmin lo imitó.

—¡Besas tan bien!— habló el menor y Dawit solo pudo negar divertido.

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