Miedo.

Es como mi sombra, pero más oscuro y silencioso. Me retiene, sosteniendo mis piernas con sus frías manos, como las raíces de los arboles los aferran a ellos al suelo, para mantenerme alejada de lo que más me importa.

¿Por qué soy tan débil? Me pregunto mientras él se ríe en mi cara, mostrándome su sucia sonrisa. Sabe que me domina. Lo nota en mis ojos, en el temblor de mis labios.

He intentado escapar muchas veces. Pero cuando parece que por fin estoy por librarme de sus ataduras, nuestras miradas se cruzan. Y es ahí donde me encuentro con mi propio reflejo. No puedes evitar ser devorado.

Mis latidos se detienen, mi corazón se comprime. Todas las partes de mi cuerpo se paralizan y entonces, todo a mi alrededor se derrumba.

Quedamos nosotros dos.

Nadie puede ayudarme frente a mi propio miedo. Pero, sin importar cuantas veces me mantenga entre sus garras, seguiré intentando vencerlo.

Seguiré intentando.