Entonces, a la luz de la luna, encontró lo único que se le tenía prohibido, con ese porte y elegancia que le mataban la mente. Se percató que no había ser carnal cuerdo que no rindiera culto a esa mirada.
Todo lo que había fingido, imaginado, creado para bien propio, no era más que un simple error.
Después de todo, ¿quién fue el bastardo que decía que los asesinos en serie no podían ser vulnerables?
Aunque tuvieran mucho que perder en el proceso, también podían sentirse indefensos.
—Deja de jugar con mis malditas emociones pequeño bastardo, solo dedícate a respirar.
— ¿Y si no lo logro?
Lee sabía que su chico se refería a vivir.
—Entonces que el mundo se prepare para conocer al verdadero Lee Brown.